"A mí misma esta candidatura presidencial me ha devuelto la esperanza": Francia Márquez. | ¡PACIFISTA!
“A mí misma esta candidatura presidencial me ha devuelto la esperanza”: Francia Márquez. Diseño: Cristian Arias | Foto de Francia Márquez: Mauricio Pulido B, para Forbes Colombia.
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“A mí misma esta candidatura presidencial me ha devuelto la esperanza”: Francia Márquez.

Santiago A. de Narváez - septiembre 17, 2020

Entrevistamos a la lideresa social caucana que hace unas semanas anunció su interés en disputar la Presidencia de la República en las elecciones de 2022.

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A (11 de septiembre)

Soy Francia Elena Márquez Mina, Presidenta del Consejo Nacional de Paz y Convivencia. Hoy quiero hablar como madre, como hermana, como tía. Quiero hablarles desde el profundo dolor que embarga la vida, que embarga a las familias en este país. Quiero hablarles desde ese sentir de tristeza y angustia también; de desesperanza por todo lo que está pasando en nuestro país.

Todos los días la muerte está atravesando nuestras vidas y hemos dejado de sonreír con alegría por estar atendiendo la muerte, el asesinato, la barbarie que no cesa. Hoy con ese dolor profundo, con el que todos los días salimos como lideres, como lideresas, a demandar justicia, a demandar paz y garantías para los derechos, desde esa fuerza, desde ese amor y compromiso, quiero convocar a todos los artistas de este país a que nos ayuden a detener la muerte, a usar el arte para sanar las heridas profundas que la política de la muerte está sembrando en nuestra gente.

Quiero que nos ayuden a sanar los corazones de los militares, de los policías, que obedeciendo órdenes de quienes se lucran, como vampiros, de la política de la muerte, ordenan matar a sus hermanos. Le ordenan a la Policía matar a su gente.

El arte, la sabiduría, es la herramienta más poderosa, es la forma de diálogo más poderosa que tenemos como humanidad para sanar, para cuidar. Hoy los convoco, a todos los artistas colombianos, a que pongan esa sabiduría a favor de la vida. A que nos ayuden a sanar este país, a sanar las instituciones, a sanar nuestros corazones.

No nos dejen solos.

“El Estado tiene una visión de desarrollo pensada desde el saqueo”: Leyner Palacios

Acompáñennos en este camino que no está siendo fácil, en esta lucha que les está costando la vida todos los días a los jóvenes que, indignadamente, están saliendo a las calles. Les convoco para que salgamos a las calles con música, con los bombos, con los cununos, con la marimba, con el tambor, con el clarinete, con el saxofón, con la voz de cantoras a decir: “hay que detener la muerte en Colombia, hay que detener la violencia, hay que avanzar en la justicia en este país, hay que garantizar la ¡paz! de nuestros hijas y nuestras hijas”.

A todos nosotros nos tocó que crecer en medio de la violencia, pero es hora de hacer un camino de paz, de reconciliación y de convivencia para nuestros hijos y nuestras hijas. No les podemos seguir condenando a vivir en el miedo, en la zozobra, en la angustia, en la desesperación. Por eso les hago ese llamado:

El arte sana. El arte cura. El arte es la herramienta más poderosa que tenemos.

Acompáñennos.

Un abrazo ancestral.

Soy porque somos.

B (2 de septiembre)

El pasado 15 de agosto, Francia Márquez anunció su interés en disputar la Presidencia de Colombia.

Ese mismo sábado, en la noche, hombres armados, encapuchados y respaldados por el silencio entraron a una casa en una vereda en Nariño y asesinaron con tiros de gracia a ocho jóvenes que estaban en una fiesta con amigos. La de Samaniego fue la señal de que las masacres habían vuelto al país como táctica de terror.

Entrevistar a Francia Márquez requiere la destreza del equilibrista. O más bien: la contención del admirador que no puede sino soltar sonrisas cuando ella aparece al otro lado.

Porque habría que sumarle a todo esto las complicaciones de hacer una entrevista mirando a la persona en la pantalla, su sonrisa, sus respuestas alejadas del decoro o de la vaguedad. Si uno pregunta por la situación puntual en un municipio en el Cauca, ella responderá por la puntual situación de ese municipio en el Cauca, sin amagues o rodeos. Si uno le pregunta por las palabras de Berta Cáceres, ganadora del Premio Goldman, cuando decía en su discurso de aceptación que teníamos que despertar porque ya no hay tiempo. Y que nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal. Y si ella cree, Francia, que todavía hay tiempo para corregir el rumbo, ella dirá:

—Siempre hay tiempo para retomar el rumbo. Aunque cada vez sea menos. Esta pandemia nos está mostrando que el tiempo es cada vez menor. ¿Qué nos ha mostrado la pandemia? ¿Qué necesitamos realmente para vivir? Necesitamos agua para lavarnos las manos. Necesitamos oxígeno, que no nace en los laboratorios, todavía, y que hay que cuidar en el aire. Y comida para no morir de hambre en el encierro. Y esa comida no crece en los supermercados, sino que alguien la tiene que cultivar. Son tres cosas fundamentales para la vida.

¿Por qué la humanidad de la blanquitud no se certifica?

—En tu discurso es recurrente la idea de la política de la vida y la política de la muerte —podría replicar el periodista—. La política de la muerte vinculada a esa idea del desarrollo y el extractivismo. Pero al mismo tiempo tienes esta idea recurrente del planeta como la casa común y tu frase “soy porque somos”, que responden a esa noción de que todos estamos íntimamente vinculados en esta Tierra. ¿Cómo se explica entonces una política de la muerte que al final está haciéndole daño a los mismos que la promueven?

—Creo que eso se explica porque vivimos en sociedades que siguen funcionando con el motor del dinero. Con la idea equivocada de que el humano es el centro de la vida. Y mientras siga habiendo esa idea errada, mientras no pongamos en el centro a las otras formas de vida, y sigamos valorando el dinero, la necesidad de acumular, creo que no podremos salir de esa situación paradójica. Tenemos que poner en el centro el cuidado de la vida —dirá ella.

Y uno podría preguntarle por su trayectoria como defensora del medio ambiente, por la lucha que en sus comunidades han hecho por defender el territorio, cuando el Estado construyó en los años ochenta la Represa de La Salvajina en Suárez, Cauca, sin consultárselo a la comunidad, arguyendo el interés general y desplazando a miles de personas que vivían sobre el río Cauca; preguntarle por la entrada, en años recientes, de la minería ilegal a sus comunidades y por la violencia y el despojo. Preguntarle, al final, por la relación que ella encuentra entre masacres y despojo. Y ella dirá que la violencia siempre ha estado y estará siempre que haya una visión de desarrollo sobre el territorio, siempre que se piense que los territorios son botines para el lucro personal, habría siempre violencia: violencia sobre los cuerpos de las mujeres, de los negros, de los indígenas, de los empobrecidos en las ciudades.

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—Es que la historia nuestra —dirá Francia— es la historia de nuestros ancestros: secuestrados, traídos en contra de su voluntad, mutilados y puestos en condición de esclavitud. Pero es que nuestros cuerpos siguen siendo violentados por el racismo institucional de este país. ¿Cómo es posible que el Ministerio de Interior siga “certificando” que una persona es negra o es indígena? ¿Por qué la humanidad de la blanquitud no se certifica?

—Ajá…

—Ya no se puede seguir haciendo una política desde Bogotá. La política no puede seguir ganando con la muerte. Es que la dignidad de la vida no está en venta. El cuidado de la vida es lo que tenemos que poner en el centro. Un cuidado que además es colectivo.

—Tu has hecho trabajo de archivo y decías recientemente que para ti “fue muy doloroso encontrar archivos históricos sobre discursos de académicos, altos políticos, de médicos, de científicos hablando sobre la degeneración de la raza en el s.XX, personas que se estaban pensando en el proyecto de nación excluyente y que versaba sobre el progreso y se planteaba que había una degeneración porque había una mezcla con pueblos negros y eso obstaculizaba el avance de la sociedad”.

—Es que existe una continuidad entre el discurso de la degeneración de la raza en el s.XX y el discurso del desarrollo que promueven las elites, Vargas Lleras o Santos, y que nos ven a las comunidades negras como un palo en la rueda para su desarrollo. Por eso quieren acabar con la consulta previa, porque nuestra noción del territorio se les atraviesa.

—La Salvajina, por ejemplo.

—Sí, Salvajina es un ejemplo clarísimo de eso. Cuando el Estado vino a decir que iban a construir una represa en nuestro municipio, en Suárez, dijeron que era por el interés general. Y había varias razones: la primera, el control del caudal del río Cauca. Esto secó las madreviejas del río Cauca en donde nuestras mayores iban a pescar. Luego de Salvajina, aumentaron los cultivos de caña de azúcar en el valle del río. Un lugar que era la despensa agrícola de esa zona pasó a producir caña y hambre para la región. Un proyecto que produce energía eléctrica pero en dónde las comunidades que viven sobre la represa no tienen energía eléctrica. No tenemos agua potable y en cambio hay no sé cuántos millones de litros de agua represados ahí. Con la construcción de Salvajina, se militarizó esa zona y empezaron a llegar actores armados que antes no había. Llegó la violencia.

Años después, en 2009, llegaron las primeras retroexcavadoras a La Toma. A pesar de que la comunidad le había puesto freno a la ejecución de ciertos títulos mineros otorgados por el Estado a grandes empresas multinacionales, ese año llegó la minería ilegal a esa comunidad en el Norte del Cauca.

—Tú has dicho que tienes casi “la plena convicción de que la minería ilegal ha sido una estrategia para sacar a al gente de su territorio y después avanzar con sus proyectos de minería legal, que es inconstitucional”. ¿podrías ampliar un poco esta idea?

—Sí, eso lo dije hace unos años y todavía me mantengo en esa certeza. Creo que la minería ilegal y la minería inconstitucional van de la mano. Tiene que ver primero con que hay una política nacional que promueve la extracción minera como modelo de desarrollo. Dicen “la minería ilegal no, pero minería legal sí”: lo que están diciendo en el fondo es que promueven que la gran minería es buena, mientras que la pequeña minería no. La minería ilegal empieza a llegar a nuestro territorio luego de que el Estado le da los títulos de explotación a Anglo Gold Ashanti. Pero ahí hay otro tema que tiene que ver con cómo el Estado se hace invisible ante ciertas cosas. Esas retroexcavadoras tuvieron que pasar por retenes de la fuerza pública, pero nadie los vio.

—En relación a esto quisiera preguntarte por tu mirada sobre el Estado. Se habla con mucha frecuencia de que uno de los problemas de Colombia es el abandono estatal, pero al mismo tiempo en esos territorios que están “abandonados” existen proyectos mineros y hay una cierta presencia militar. ¿Tú consideras que es correcto el uso del término “abandono estatal” o existe más bien una presencia diferenciada del Estado que tendría que ver con ese racismo estructural del que has hablado?

—El Estado siempre está. No se trata de que esté ausente, sino de que se invisibiliza ante ciertas situaciones. Ahí ves tú una prueba del racismo estructural. Vivimos en un Estado racial. Salvajina sigue siendo un buen ejemplo de esto. A nosotros el Estado llegó a decirnos que por el interés general tenían que hacer la represa. Hoy, las comunidades alrededor de Salvajina pasan hambre, no tienen agua potable, ni luz eléctrica. ¡Comunidades que viven al lado de una hidroeléctrica! ¿Cómo es eso posible?

—Esa sería una manifestación del racismo estructural…

—Claro y te doy otro ejemplo. Se acaban de cumplir 27 años de la promulgación de la Ley 70, una ley que todavía no ha sido reglamentada. Hacia el final de su mandato, el presidente Santos tuvo la oportunidad de hacerlo y de hecho lo iba a hacer, iba a reglamentar por fin la Ley 70, algo que para las comunidades del pacífico es urgente. Pero ¿qué pasó?

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Lo que pasó fue lo siguiente: durante los últimos días de su segundo gobierno, Santos iba a expedir tres decretos. Uno de ellos reglamentaba la Ley 70, ley que, como recuerda el público, le dio vida a un artículo transitorio de la Constitución del 91: el que reconocía los derechos políticos, económicos y ambientales a los pueblos afrodescendientes sobre los territorios que habitaban y en donde se permitió la titulación colectiva de comunidades afro en cierto territorios del país, entre ellos el Pacífico. En fin. Desde 1993 existe esa ley que todavía no se reglamenta y que Santos tuvo la oportunidad de hacerlo al final de su mandato.

Hasta que se atravesaron los gremios.

En una carta dirigida al Presidente el 23 de julio de 2018, el Consejo Gremial le pidió a Santos que no decretara esos proyectos porque pondrían en riesgo “el Estado de Derecho” y abrían la puerta a la “desinstitucionalización” del país.

Santos les hizo caso y la Ley 70 sigue, 27 años después, todavía sin reglamentarse.

—Ahora que hablamos del Estado y del racismo estructural, quisiera preguntarte por la Constitución del 91. Allí se establece que Colombia es un Estado pluriétnico y multicultural. Sin embargo, hay quienes aseguran que el multiculturalismo no es más que una forma de racismo en la que se le asigna a ciertas poblaciones un rol determinado de lo que deben ser. ¿Compartes esa postura?

—Sí, digamos que el multiculturalismo abrió también las puertas para que muchos procesos sociales pudieran darse. Y hay que tener en cuenta que la Constitución del 91 no fue un regalo. Fue el resultado de muchas luchas sociales y políticas. Porque de haber sido por las elites, seguiríamos con la Constitución anterior, la del 86, entonces ahí hubo procesos que permitieron que eso se diera. Pero creo que el multiculutralismo es una forma de…cómo decirlo…—Francia se queda en silencio por un momento, mira para arriba, vuelve a mirar a la cámara y dice— creo que es la forma que tiene el neoliberalismo de lavarse la cara.

—¿Por qué?

—Porque nos asigna a nosotras, a las comunidades afro por ejemplo, el rol de lo exótico. El multiculturalismo exotiza. Y lo étnico termina siendo lo exótico. Y los negros terminamos siendo folclor.

Que yo sepa, la Constitución no establece que por ser negra o pobre no pueda ser presidenta

—Cambio de tema. En su discurso Petro, a quien tu apoyaste en las elecciones de 2018, dice que Colombia tiene que dar un salto al capitalismo porque actualmente estamos en una premodernidad feudal. ¿Cómo ves esa lectura? ¿Cómo podría dar Colombia un paso hacia el capitalismo sin que eso implique el desastre medioambiental? ¿No es eso contradictorio?

—Yo lo veo como algo contradictorio, sí. No creo que podamos tener una política del cuidado de la vida si al mismo tiempo hay una política que mira el territorio como botín para el saqueo. Yo no voy a hablar de capitalismo o comunismo. Creo que tenemos que promover una política que ponga en el centro el cuidado de la vida y el actual sistema económico no es un ejemplo de eso.

—Hemos hablado de poner el cuidado de la vida en el centro. Quiero preguntarte por tus otras propuestas. ¿Cuáles serían?

—Por supuesto una política de la vida tiene que tener una preocupación muy grande por el tema ambiental, esa sería una. Otra, tiene que ver con políticas anti discriminación. También creo que en los procesos de reconciliación la cultura juega un papel importante: habría mucho dinero puesto en la cultura.

—En una entrevista dijiste que si volvías a postularte en un proceso electoral sería porque la comunidad lo decide. ¿Cómo fue el proceso de decisión para lanzarte como candidata presidencial?

—Sí y así fu esta vez. Es lo que hemos hablado en nuestra comunidad: siempre se habla de que hay que hacer cambios estructurales pero cuando hay la posibilidad de elegir esas voces de cambio, siempre quedan los mismos. A líderes que han soñado con que su trabajo puede aportar a esos cambios, los han matado.

—Francia, para que las fuerzas progresista ganen la presidencia en 2022 tiene que haber, como mínimo, una coalición de sectores y de candidatos. ¿Qué posibilidades tienes de ganar una posible consulta progresista en donde estaría, por ejemplo, Gustavo Petro?

—No, yo no podría decir nada al respecto. Creo que hay que ir viendo, esperar a ver qué pasa: es la primera vez que hago algo de este estilo y esto es muy nuevo para mí.

—Entonces, quiero terminar por preguntarte ¿cómo te has sentido en estos días?

—He recibido muchos mensajes de apoyo, aunque también de burlas y amenazas. Claro, en este país puede dar risa que una mujer negra aspire a este cargo. A mí me han dicho ya que no estoy capacitada para eso, que no me he ganado el espacio. Pero, que yo sepa, la Constitución no establece que por ser negra o pobre no pueda ser presidenta. ¿O entonces qué? ¿Van a reconocer que vivimos en un Estado que no es democrático?

—¿Uno podría pensar que esta candidatura tuya es un esfuerzo por desactivar el miedo? ¿El terror?

—Absolutamente.

—¿Cómo?

—A mí misma esta candidatura me ha devuelto la esperanza.

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