Hablamos con el comandante del bloque Oriental sobre atrocidades de la guerra que se les atribuyen a él y a sus hombres.
Por Juan Camilo Maldonado*
Viajamos a La Habana con la expectativa de conocer a los líderes de la guerrilla de las Farc que hoy negocian el fin del conflicto armado con el gobierno colombiano y de los que no se sabe mucho. Queríamos saber qué pasa por sus mentes, entender qué están dispuestos a ofrecer para la paz, qué ha sido la guerra desde sus trincheras y cómo se imaginan sus vidas lejos de las balas.
Uno de esos comandantes guerrilleros enigmáticos es Henry Castellanos Garzón, alias “Romaña”, un hombre de extracción campesina que nació en 1965 en Medellín del Ariari, una inspección del Castillo, Meta, que se formó con las olas de desplazamientos que produjo la Violencia de los 40 y 50.
Verlo en persona es recordar los aterradores testimonios de personas que, en la carretera que conduce de Bogotá a Villavicencio, vieron irse a sus familiares secuestrados por los guerrilleros del bloque Oriental. Él es el cerebro de esas ‘pescas milagrosas’, esos secuestros que ejecutaron las Farc para financiar su guerra y que horrorizaron a millones de colombianos.
Pero él, “Romaña”, también es el rostro complejo de una organización que lleva tres años negociando los términos de su reintegro a nuestra sociedad y que, de firmarse la paz, comenzará a contar abiertamente una versión de la historia que muchos desconocen.
¿Ingresó a las Farc por voluntad propia?
En el Ariari siempre ha existido mucha admiración por las guerrillas y por el Partido Comunista. Vivíamos pensando en la lucha. Pero uno de los episodios que me motivaron fue cuando llegó “Gacha” a San Martín y se vinculó con los ganaderos. Crearon las primeras estructuras de paramilitares. En Medellín, donde yo vivía, crearon un grupo al mando de Nepomuseno Rojas y Germán Ramírez Devia, que está ahorita preso. Nos distinguíamos, eran de la zona. Comenzaron a matar campesinos y a torturar gente, hijos de personas honestas y modestas. Supimos que esos asesinatos eran cometidos por grupos paramilitares y muchos jóvenes decidimos irnos para la guerrilla.
¿Algunas de las víctimas de esos paramilitares eran familiares suyos?
Desplazaron a mis abuelos y mataron a un tío mío. La familia y los vecinos me contaban: ‘vea, aquí mataron a su tío, lo mataron así. A su otro tío le pegaron un tiro en un brazo’. Uno se va dando cuenta de todo eso y dice: ‘no voy a dejarme matar, arrodillado por ahí. No vale la pena’. Estoy seguro de que si no hubiera cogido este camino, no estaría aquí contando esta historia.
Muchos de ustedes cuentan que sus familias han terminado ‘pagando’ por su militancia en la guerrilla. ¿Usted ha perdido familiares en medio del conflicto?
Eso es duro, pero tampoco guardo odios. En la primera masacre en la vereda Puerto Unión mataron a los primeros. En la masacre de Mapiripán, a otros. Luego me reconocen a mí como guerrillero y comenzaron a matar paulatinamente uno a uno. En Bogotá asesinaron a uno que tenía mi mismo nombre, luego descuartizaron a una cuñada. Son muchos, 22 en todo este recorrido. En la guerrilla también he perdido familia, como a mi hermano, “Ismael Ayala”. Él murió de 28 años, pero cargaba un fusil y se hizo matar por sus ideales. Así han muerto muchos primos. Da dolor la muerte de ellos, pero más la de alguien que no tiene nada que ver con esto, de quien solamente por ser familiar de uno, lo asesinan.
¿Cómo se convirtió en comandante del bloque Oriental?
Fui guerrillero raso por 11 años. Llegué a la columna móvil de Martinilla, luego a la del compañero “Raúl Reyes”, la financiera. Luego salí a conformar el frente 39, que fue prácticamente aniquilado. Eran 70 guerrilleros y en dos meses quedamos 10. En esa etapa bajó el camarada “Timoleón Jimenez” y comenzó a darme cargos sencillos, como ser ‘ecónomo’ o distribuir las remesas y las comidas. Él me recogió para llevarme a la Cordillera Oriental y ahí me encuentro con el camarada “Jorge Briceño” (el “Mono Jojoy”).
Usted fue muy cercano a él…
Sí, con él me encontré en 1989 y me dio los primeros cargos, no de jerarquía, pero sí de responsabilidad como ser el radista, el que maneja todos los equipos de comunicaciones. Ahí fui adquiriendo experiencia, metodología para el manejo de tropas. Cuando estaba en ese cargo, se metió la operación militar a Casa Verde (donde se realizaban diálogos exploratorios con el gobierno de César Gaviria). Ahí cambió mi papel en la guerrilla. Eso fue en el 90. El camarada ‘Timo’, a las dos de la mañana, me dijo: ‘Romaña, entregue ese radio y hágase cargo de estas tropas para ir al combate’. Fue la primer vez que me dieron cargos militares. De esa salí bien y me mandaron a Cundinamarca a fundar frentes; entonces fui escalonando hasta llegar a posiciones muy respetadas en el movimiento guerrillero.
¿En qué momento surgen las pescas milagrosas? Finalmente la opinión pública lo conoce a usted por ser el cerebro de esos secuestros…
Nosotros las hacíamos entre Villavicencio y Bogotá. Pero eso no fue como dicen, que salíamos a la carretera y capturábamos a un pocotón de gente. Eso estaba sistematizado, teníamos información concreta de quiénes tenían más de un millón de dólares para que nos pagaran un impuesto para la paz. No era que cogiéramos a cualquier persona. De ese proceso surgió una cantidad de desinformación: decían que yo fui el que se inventó ese método cuando los primeros que secuestraron de esa manera fueron el Ejército, la Policía, el MAS, Los Tiznados, los paramilitares. A mí fue al que estigmatizaron.
Pero no va a negar que dentro de la estructura del Bloque Oriental y de las Farc, sí fue usted el que lideró ese proceso…
Pues eso está en la historia según los medios de comunicación. Nosotros lo desarrollamos como un método para sostener un proyecto político militar. Pero no era como decían, que eran cantidades de gente, y cualquiera. Era gente que tuviera poder económico.
¿Cómo hacían para, como dice usted, no llevarse a alguien que tuviera menos de un millón de dólares?
En los Llanos Orientales siempre buscábamos personas que tuvieran de cinco millones de dólares para arriba. Por esa región pasa mucha gente rica, narcotraficantes, ganaderos y empresarios. Muchos ingenieros que hacían proyectos grandísimos. Nosotros actuamos con información. Nunca el movimiento guerrillero va a hacer una acción con los ojos vendados. Siempre es bajo una inteligencia, para no fallar. No nos equivocamos.
El camarada ‘Timo’, a las dos de la mañana, me dijo: ‘Romaña, entregue ese radio y hágase cargo de estas tropas para ir al combate’. Fue la primer vez que me dieron cargos militares.
¿Cómo evalúa esa metodología hoy en día?
El camarada “Jacobo” (Arenas), cuando se determinó que había que hacer esas retenciones económicas dijo que era la única forma de sostener el movimiento guerrillero, pero que nos iba a traer consecuencias gravísimas con el tiempo. Y así fue. Pero, ¿cómo más se sostenía el movimiento guerrillero? No es fácil capturar a una persona para sacarle plata. Nosotros no somos un Estado que tiene países que lo apoyan para la guerra e impuestos por cobrar. Somos una guerrilla pobre, campesina, sin recursos, que tiene que buscar cómo sostenerse. Así funcionó hasta que el Secretariado tomó la decisión de suspender las retenciones económicas. Y todos estuvimos de acuerdo, porque ese es un método dañino.
¿Usted ha tenido la oportunidad de hablar con personas secuestradas?, ¿les pediría perdón?
Es una pregunta bien complicada porque en Colombia existe un orden social vigente. Nosotros solamente somos unos revolucionarios que nos alzamos en armas para enfrentarnos al orden del capitalismo. Realizamos algunas acciones que afectaron a la población civil, pero no lo hicimos de forma individual, sino por un proyecto. Además, la Constitución lo permite. Si tú no estás de acuerdo con el Estado, te rebelas, te alzas en armas porque es un Estado corrupto. En todas las constituciones es legítimo defenderse y defender a los ciudadanos.
Pero, insisto, qué le diría a esa gente que se siente agredida y violentada profundamente, ¿no le pediría perdón?
Le explicaría, no le pediría perdón. Si nosotros no hubiéramos hecho eso, las tropas se me habrían muerto porque no teníamos comida, no teníamos uniformes, ni armamento. Yo no les pediría perdón, más bien les explicaría por qué a las Farc-EP nos tocó tomar esa decisión.
Usted se encontró acá con militares que lo habían perseguido durante mucho tiempo. ¿Cómo fue ese encuentro?
Nosotros no guardamos rencores ni odios. Así nos lo enseñaron “Marulanda” y “Jacobo”. Y así se lo hemos demostrado a los militares. Los saludamos con cordialidad, respetándonos a pesar de las diferencias que tenemos. Los mismos medios de comunicación dijeron: “Cuando se encuentren Romaña y el general Flórez, ¿cómo irá a ser? ¿De iguales a iguales, unos terroristas hablando con unos militares?”. Pero ya hemos creado confianza, hemos desescalado un poco el conflicto. Ya nos podemos sentar las dos partes sin dispararnos balas, sino ideas.
El coronel Willington Benitez, que ha estado acá en la mesa, estuvo en confrontación con usted. Cuénteme cómo fueron esos combates con él…
Hubo muchos combates. Benítez ahora está de jefe del Batallón de Desminado y ha contado algunas historias como una que vivimos en el Sumapaz, cuando peleamos ocho días. En comandos, cortinas y emboscadas, no los dejábamos ni dormir ni comer. Nosotros nos retiramos de ese páramo y dejamos los frailejones con uniformes, cachuchas y con un palo aparentando que eran fusiles. Entonces, me cuenta Benitez: “Romaña, nosotros les avanzamos cinco días a esos guerrilleros que estaban allá y cuando llegamos eran unos frailejones vestidos de guerrilleros. Nos dio tanta putería que salimos, nos levantamos y nos fuimos”.
¿En qué han logrado avanzar con los militares?
Nunca en la historia de Colombia se habían sentado guerrilla y Ejército. Nos sentamos y saludamos después de 51 años de estarnos matando. Hemos debatido lo que nos corresponde, que es el fin del conflicto y ahí vamos. “Marulanda” decía: ‘Cuando nos sentemos con los militares a debatir el problema colombiano, seguramente avanzaremos con más rapidez, porque ellos sí conocen cuál es el problema’.
¿Cómo les va en el tema del paramilitarismo, en el que ustedes tanto insisten?
Es un fenómeno que viene de tiempo atrás. Uno sabe que las Fuerzas Militares pueden acabar un grupo de paramilitares en dos o tres días. Pero hay que mirar al fondo: ¿quién los financió?, ¿cuáles políticos los apoyaron?, ¿quiénes fueron los que más contribuyeron a la conformación de esos grupos?, ¿quién les dio los planes para el desplazamiento de varias regiones y quedarse con las tierras? Los militares, por ser conocedores, aceptan que hoy hay paramilitares en Colombia que, de una u otra manera, tienen conexión con miembros de la Policía o el Ejército.
¿Cómo operan hoy esos grupos en su zona de influencia?
Hoy en día hay dos estructuras: el bloque Meta, que opera entre Villavicencio, San José del Guaviare y el Vichada, al mando de “Pijarvey” (muerto en operaciones militares en septiembre de 2015). El otro es el bloque Libertadores, cuyo mando está en la cárcel, “Pirata”. Maneja la cosa desde afuera y tiene una relación con la Policía en todos los municipios, incluidos Villavicencio, Acacias, Guamal, San Martín, Granada, Fuente de Oro, Puerto Lleras, hasta Puerto Rico y San José del Guaviare. Cobran impuestos a gasolineros, ganaderos, transportadores, a toda la gente del comercio.
Información del Estado dice que ustedes tienen negocios con ellos, ¿por qué no entran en confrontación con estas estructuras?
Porque se concentran en Puerto López o Puerto Gaitán, donde está Rubiales, que es un centro de poder del petróleo. Donde están esas estructuras hay bases militares, batallones, brigadas y divisiones. Geográficamente, la guerrilla no podría penetrar allá porque primero tendría que combatir con la Fuerza Pública.
“Romaña”, hemos encontrado testimonios de los Llanos y Nariño que dicen que cuando una persona cae en una mina antipersonal, la guerrilla le cobra el costo de esa mina…
Sería el colmo, no es posible. Un día publicaron en una revista que yo tenía nueve millones de hectáreas de tierras. Hay muchas noticias falsas a las que uno no le encuentra ni respuesta.
Me impresiona la coincidencia de las versiones en dos zonas tan distantes.
Sería bueno investigar de donde salen esos testimonios. Estoy seguro de que cosas como esas solo las pueden decir los gringos o las Fuerzas Militares. Lo mismo ocurre con temas como el secuestro o los niños. Es información para dañar el proceso de paz.
¿Qué sensación le produce el hecho de que haya tanto civil cayendo en minas?
Es un problema complicado, porque solamente hablamos de minas antipersonal, que son las que colocamos nosotros. Y vuelvo al tema de los medios de comunicación: hace poco en el Cauca una niña cayó en una granada del Ejército por ir a coger una mandarina. ¿Usted sabe esa noticia?
Claro. Pero eso no les quita responsabilidad…
Piense una cosa, nuestras minas no están autorizadas por organismos internacionales, las armas de ellos sí están autorizadas para matar. Es lamentable que caigan personas civiles en minas nuestras, pero, si nosotros vamos a minar una zona donde hay población civil, al campesino le decimos: ‘ojo con meterse a esa mata porque está minada’. Muchos de esos campesinos de pronto no miden las consecuencias o piensan que eso es mentira y se meten.
¿Usted conoce gente que haya caído en minas?
Claro, y familia. Tengo una prima, se llama Yira, cayó en una mina y se mochó una pata. Y compañeros nuestros, montones. Nos ha tocado cargarlos, hacerles amputaciones. Es que no solamente son civiles o militares. También han caído guerrilleros en minas del Ejército.
Un primo cayó por Medellín del Ariari, cuando estábamos peleando con paramilitares. Se fue a cortar unos racimos de plátano y cayó en una mina.
Y algún civil, conocido suyo, ¿ha caído en una mina?
Un primo cayó por Medellín del Ariari, cuando estábamos peleando con paramilitares. Se fue a cortar unos racimos de plátano y cayó en una mina. Pero él sabía que no podía entrar allá. Las habíamos colocado para que los paramilitares no avanzaran a esa región porque estaban quitándoles a los campesinos las plantas solares y el ganado. Por terquedad, se metieron. Después yo hable con él y le expliqué. Son cosas que se dan en la guerra. Así ha pasado con mucha gente que ha caído en minas. Yo he hablado con todos los campesinos que han caído en mi zona, porque uno tiene que ponerles la cara y explicarles.
Pero les explica, no les pide perdón…
Explicarles porque ellos saben que si hay una mina no pueden ir a tal parte. ‘Si nosotros estamos aquí en su finca y abandonamos el campamento, no vaya a revisar qué quedó’. Uno deja minado para cuando el Ejército llega a buscar los campamentos.
Esto ha sido una guerra absurda. No tiene sentido tanto dolor que usted ha visto y ha causado…
La guerra es dura. Tú no te imaginas tener doscientas mujeres y quinientos hombres sin botas, sin comida, o lidiando con cincuenta heridos o veinte muertos. Eso es duro. Se tiene que tener consciencia y berraquera para poder salir adelante con un poco de aviones encima bombardeándonos. Eso es lo que hemos tenido.
Esta entrevista fue realizada en julio de 2015