El 11 de octubre, MinCultura y la Biblioteca Nacional premiaron la labor de Mauricio Padilla, el bibliotecario municipal de Tibú.
En 2016, el presidente Juan Manuel Santos, calificó al municipio de Tibú, Norte de Santander, de ser una especie de Bronx a nivel nacional. La razón detrás de la comparación era la cantidad abismal de grupos criminales presentes en la zona, un problema generalizado en la región del Catatumbo. De esta misma parte del país, marcada por la violencia y el conflicto, surgió Mauricio Padilla, el bibliotecario municipal que, hace dos semanas, fue seleccionado como uno de los cuatro ganadores del premio que otorga anualmente el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional a todos aquellos que hacen esfuerzos por desarrollar programas exitosos en gestión bibliotecaria.
“Tenemos un calor que no se imagina, es insoportable, pero siempre estamos prestos a ofrecer un servicio a todo el mundo”, me explicó el ganador del premio sobre la labor que cumple en Tibú.
El municipio, ubicado en el valle del río Catatumbo, ha sido uno de los lugares más golpeados por la violencia en el país. El hecho de contar con ricas reservas de carbón, oro y petróleo, y el de estar ubicado en la frontera con Venezuela, rápidamente convirtieron al municipio en una zona roja de enfrentamiento entre los paramilitares, las guerrillas y el Estado. Entre 1980 y 2013, la región del Catatumbo sufrió 66 masacres y 120 mil de sus habitantes fueron víctimas de desplazamiento. Tibú, específicamente, fue testigo de 31 de las 66 masacres en la zona. Y a pesar de todo, la impunidad ha sido protagonista en la región, pues han sido pocas las personas procesadas por los crímenes de lesa humanidad cometidos allí.
Frente a la violencia y la pugna entre los actores armados, la biblioteca de Tibú quiso proponer espacios para que los jóvenes se alejaran del conflicto y se incentivara la lectura como alternativa. También, como parte de su estrategia, la biblioteca ha decidido partir de los hechos históricos para cultivar valores distintos en las generaciones venideras. Para Padilla, “socializar lo sucedido es necesario para perdonar y que no haya una repetición, queremos preservar lo que se vivió sin herir susceptibilidades”. Sin embargo, sus pobladores son apáticos al conflicto: no lo olvidan, pero prefieren que no les insistan mucho en el tema, a pesar de que el conflicto parezca no haberse terminado en el municipio.
De hecho, a principios de este año, el director de la Sijin en Tibú fue asesinado en un operativo de persecución contra Los Pelusos, una disidencia del EPL. El conflicto latente aún después de la firma de la paz se explica en parte por el hecho de que Tibú es el tercer municipio con más cultivos ilícitos el el país. El cultivo de coca, que se extiende camuflado entre los cultivos de yuca, abarca más de 7.600 hectáreas en toda la zona del Catatumbo, según cifras de la ONU.
Actualmente, quince tibuyences entre los 16 y 22 años hacen parte del club de lectura que busca cultivar en los jóvenes valores que los ayuden a superar las dinámicas del conflicto. “Todos tenían cosas muy personales por contar y a través de la poesía aprendieron a empoderar sus historias. Mostraban quiénes eran, dejaban de esconderse y de tener medio, se dieron cuenta de que tienen talento”, me contó Padilla con orgullo. La formación en derechos humanos, el respeto por los adultos, por la naturaleza, el valor a lo que se tiene y lo que cuesta conseguirlo, son los pilares de trabajo en el club de lectura que se intenta expandir a través del municipio.
Con este mismo propósito nació el programa de Lectura a domicilio, que se encarga de llegar a las comunidades aledañas y trabajar con sus habitantes: los 15 jóvenes voluntarios hacen una selección de cuentos, van barrio por barrio y casa por casa leyéndole a las familias y, así, logran cautivar a las personas para que vayan a la biblioteca. Sin embargo, el municipio es el más grande de Norte de Santander y tiene una vasta zona rural, lo que dificulta que todas las personas tengan acceso a la biblioteca. Según Mauricio, la biblioteca “no da abasto y a la gente le queda muy lejos o no tiene tiempo de ir”.
Hoy en día, la biblioteca, que fue donada por la embajada de Japón en 2005, recibe donaciones de libros del Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional, la red departamental y el gobierno local. Asimismo, el alcalde y concejal de la zona han hecho grandes esfuerzos por construir y adecuar la biblioteca para que pueda cautivar a más personas.
Además de la mención que recibió la biblioteca de Tibú y Padilla por su labor, el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional le entregarán 20 millones de pesos como parte del reconocimiento. Cuando le pregunté a Padilla qué haría con el dinero, me dijo que querían invertirlo en un bibliobús, para que las iniciativas puedan llegar “a las zonas más apartadas”.