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Dos movilizaciones ciudadanas que desafían la violencia en Colombia
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Dos movilizaciones ciudadanas que desafían la violencia en Colombia

Colaborador ¡Pacifista! - febrero 5, 2018

La Casa de las Estrategias en Medellín y Tupa.Yat en Cali son organizaciones que están trabajando para disminuir los homicidios en América Latina.

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Intervención artística en Cali realizada por Tupa.Yat en el marco de su iniciativa “Carpas de Memoria”. Foto: Tupa.Yat

Este artículo es producto de la alianza entre ¡PACIFISTA! y DemocraciaAbierta. Lea el contenido original aquí.

La campaña #InstintoDeVida ha puesto en marcha una verdadera movilización en América Latina, la región más violenta del mundo. Esta identifica y promueve experiencias ciudadanas de carácter innovador que alcanzan impactar en el objetivo final, que no es otro que reducir el insoportable nivel de asesinatos que soportan los latinoamericanos.

Colombia, un país castigado por una violencia secular y que ha soportado una dura guerra durante las últimas cinco décadas, tiene una alta tasa de homicidios que no solo ha golpeado a las zonas rurales, sino particularmente a las áreas urbanas más densamente habitadas del país.

Aunque con dinámicas y composición poblacional muy distinta, Medellín y Cali son las dos ciudades colombianas más pobladas, con 2,5 millones de habitantes cada una aproximadamente, después de la capital, Bogotá.

Por un lado, los “Rituales Vivos” en la ciudad de Medellín y por otro, las “Carpas de la Memoria”, en la ciudad Cali, destacan como experiencias exitosas e inspiradoras en la lucha por paliar la pandemia de los homicidios que afecta al país.

Ambas iniciativas comunitarias utilizan la expresión artística, las acciones solidarias y la presencia en el espacio público como armas para la movilización y la sensibilización ciudadana con el objetivo de abordar los efectos devastadores de la violencia criminal, empezando por el duelo y la memoria.

Rituales vivos para re-significar el homicidio en Medellín

Tras haber sido considerada la ciudad más violenta del mundo, Medellín logró recientemente que su nivel de homicidios fuera el más bajos de los últimos 40 años. Sin embargo, la preocupación actual es que, nuevamente, los asesinatos están aumentando. De hecho, de los 21 territorios en los que está organizado Medellín, 20 presentan casos de homicidio durante el último año.

Enfrentarse a este desafío es lo que la organización Casa de las Estrategias decidió hacer hace algunos años, consiguiendo mejorar la seguridad de los habitantes de sectores marginalizados –especialmente de los jóvenes, que son las principales víctimas de los homicidios.

A partir de ahí, la Casa de las Estrategias se resiste a aceptar la muerte como algo normal y cotidiano. En medio de esta catástrofe humana, el acompañamiento, la solidaridad y la memoria aparecen como las herramientas clave que esta organización está utilizando para reconstruir la comunidad que se ve rota por la violencia.

Esquema de trabajo de “Casa de las Estrategias” de Medellín, Colombia.

Ante el dolor, la soledad y el estigma que enfrentan las familias de las víctimas del homicidio, ellos han diseñado lo que llaman los “rituales vivos”. Se trata de un hermoso gesto de humanidad. Los “rituales vivos” tienen en común la utilidad del arte por su capacidad de  re-significar espacios públicos para mostrar solidaridad con las víctimas y empezar a crear rutas de diálogo, perdón y acompañamiento.

Estos “rituales” son intervenciones en espacios públicos clave, donde se juntan artistas, jóvenes, familiares y amigos a compartir un espacio de abrazos, arte y reflexión comunitaria.

Con este enfoque, Casa de las Estrategias ha acompañado a más de 54 familias de personas víctimas de homicidio, en 17 territorios de las comunas y corregimientos más violentos de la ciudad.

Estas acciones en el espacio público no son el terreno para el heroísmo, ni tampoco constituyen una solución integral,. Según cuenta Lukas Jaramillo, director de la Casa de las Estrategias: “nuestra tesis consiste en el poder del gesto”. “La filosofía –continúa Jaramillo— es poner en el centro el dolor de las personas, y dejar de declararnos impotentes desde un lugar completamente ciudadano”.

No es casualidad que la evidencia indique que, en Medellín, sean las madres pobres y cabeza de hogar las que tengan que llorar y recoger los cadáveres de sus hijos. Ellas se enfrentan, muy solas, a una institucionalidad que, frente a los homicidios, termina siendo torpe y por lo tanto hiriente.

Aún así, y a pesar de los esfuerzos de iniciativas como éstas, queda en el aire una pregunta, que nos hacemos todos. ¿Por qué –entre levantamientos, entregas de cuerpos e investigaciones criminales— nadie del Estado aparece para pedir perdón y reconocer que los homicidios siguen siendo un grave problema en Medellín?

La memoria para reconstruir comunidad y crear empatía con las víctimas

Situadas en el valle colombiano del Cauca, Cali y Palmira (un municipio aledaño a Cali) forman parte del grupo de las 50 ciudades más violentas del mundo. Ocupan respectivamente los puestos octavo y noveno en el ranking elaborado anualmente por la organización mexicana Seguridad Justicia y Paz.

Cali es una ciudad en donde confluyen la multiculturalidad y multietnicidad, fruto de décadas de albergar a miles de personas víctimas de desplazamientos forzosos provocados por el conflicto.

Y en ese contexto complejo, la violencia atraviesa las dinámicas cotidianas de una ciudad que se enfrenta a enormes desafíos para la construcción de paz.

Y es en Cali donde nace Tupa.Yat, una experiencia que busca re-significar la memoria en su conjunto a las víctimas del homicidio. Tupa.Yat se proyecta como una red de comunidades de aprendizaje que enlaza organizaciones sociales, organizaciones no-gubernamentales, grupos de investigadores y activistas comprometidos con la gestión colaborativa de la información y el conocimiento, y facilita espacios para el diálogo y la acción comunitaria.

Así, con su iniciativa “Carpas de la Memoria”, el colectivo ha organizando plantones en distintos sitios de la ciudad con el objetivo de evitar el olvido y acercar a la ciudadanía una de las problemáticas más hirientes de la violencia homicida: las desapariciones forzadas.

Tupa.Yat ha estado activa desde el 2016. En ese año, llevó a cabo hasta cuatro “Carpas de la Memoria” en los barrios de Salomia, Desepaz, Puerto Rellena y Floralia, seleccionados por concentrar un alto número de casos de víctimas de desaparición forzada. Y ya en el 2017, y en el marco de #InstintoDeVida, Tupa.Yat organizó tres ediciones de la Carpa, dos en los barrios de ladera (suroeste de la ciudad) y una en el oriente, haciendo un esfuerzo por acercarse a las víctimas de las desapariciones forzadas.

La incorporación de esta actividad de movilización ciudadana a las programaciones del Día Internacional de Lucha contra la Desaparición Forzada y el Día Internacional de los Derechos Humanos ha logrado que la Carpa se consolide como una iniciativa significativa para Cali, cuya contribución ha hecho que las víctimas se hayan visto amparadas por la comunidad.

Paliativo contra la pandemia de homicidios

Estas dos experiencias colombianas de movilización ciudadana constituyen dos buenas prácticas que conviene poner en valor. Sin embargo, disminuir la violencia letal requiere de un esfuerzo transversal y, aunque estas experiencias aportan enormemente a la región, para lograr una ruta efectiva es necesario que se sumen más manos desde los gobiernos, las empresas, la sociedad y las instituciones. Sólo así se podrán disminuir los homicidios.

Tanto los “Rituales Vivos” en Medellín, como las “Carpas de la Memoria” en Cali, conforman ejercicios de humanidad que ayudan a reconstruir el sentido de pertenencia y comunidad.

Y es a través de expresiones artísticas como la música y la poesía, de fotos que recuerden a la víctima y su rol en la comunidad, así como caminatas en la comunidad o abrazos solidarios, que ambos esfuerzos buscan facilitar el difícil proceso de duelo, de perdón, de rectificación y de diálogo que promueve #InstintoDeVida.