"Decir No significa el fracaso del proceso con las Farc y hay que asumir las consecuencias": Sergio Jaramillo | ¡PACIFISTA!
“Decir No significa el fracaso del proceso con las Farc y hay que asumir las consecuencias”: Sergio Jaramillo
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“Decir No significa el fracaso del proceso con las Farc y hay que asumir las consecuencias”: Sergio Jaramillo

Mario Zamudio Palma - septiembre 23, 2016

Hablamos con el comisionado de Paz sobre la pedagogía de los acuerdos.

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La Maratón de Pedagogía por la Paz es agotadora. Foto: Mario Zamudio Palma

Después de 6 años de negociación con la guerrilla de las Farc –2 en fase secreta y 4 en la mesa de negociaciones de La Habana– cualquiera esperaría que Sergio Jaramillo, el alto comisionado para la Paz, se tomara un descanso. Sin embargo, desde el 7 de septiembre, cuando comenzó la Maratón Pedagógica por la Paz, su ritmo de trabajo ha sido inclemente y, más aún, ha tenido que explorar oficios que le son extraños: se ha convertido en un comunicador de masas y ha tenido que torear auditorios como un político en campaña. Le ha hablado de los acuerdos a líderes afro del Chocó, víctimas de Medellín, empresarios de Cali y un sinfín de ciudadanos en otras seis ciudades del país.

Agarra el micrófono con propiedad, se para frente a cientos de espectadores, se esfuerza por capturar su atención, y pareciera que sabe cuando frenar sus palabras para desencadenar una ola de aplausos del público. Siempre pareció un hombre recio y tosco –dice que hasta las Farc le criticaron eso– pero ahora intenta generar empatía, traducir un documento lleno de definiciones técnicas y pilotear el corazón de los acuerdos para instalarlo en las mentes de la gente.

Lo acompañamos en una correría del Comisionado por Quibdó y Medellín. Dentro de la camioneta blindada que lo lleva a todos lados, le preguntamos sobre la prueba más dura de su carrera, los aspectos más importantes del acuerdo, los momentos más trascendentales de su vida en La Habana y la relación que desarrolló con los comandantes guerrilleros.

Después de tanto tiempo entre La Habana y Bogotá, ¿cómo aguanta esta “maratón”?

Como en toda maratón, lo principal es saber mantener el ritmo y creo que llevamos un muy buen ritmo.

¿Cómo se logra ese ritmo?

Gracias a la gente y al interés que tiene. En todas partes hay cada vez más curiosidad. En un evento del Sí y el No me impresionó mucho el espíritu abierto de los del No, que entendían bien y tenían inquietudes. También me impresionó una cantidad de jóvenes de Medellín que se sabían de memoria los acuerdos, que corregían a los del No y les decían que, por ejemplo, las Farc no van a constituir un cuerpo para perseguir al narcotráfico sino que van a ser parte de la institucionalidad para proteger a su propia gente. Eso me pareció extraordinario.

Hay muchos argumentos pasionales en la campaña, ¿la pedagogía si está calando en la gente? 

El problema es que hay gente que no quiere oír, que piensa que ya tomó su decisión, que sabe todo lo que necesita saber y está muy cerrada. Si le quitamos un poquito de emociones a esto y le metemos más cerebro, yo creo que la gente se va a dar cuenta de los enormes beneficios que traen para el país estos acuerdos.

La pedagogía es en todo lado: eventos, charlas y medios de comunicación. Foto: Mario Zamudio Palma

¿Cómo traducirle a la gente los aspectos más técnicos de los acuerdos?

Los más importante es explicar las ideas detrás de los acuerdos, las ideas base. Y esas son sencillas: con este acuerdo se acaba la guerra, con este acuerdo las madres no tienen que enterrar a sus hijos, con este acuerdo paramos el desplazamiento por motivos del conflicto… ¿Cómo no le puede interesar a alguien esto? A mí me parece que es suficiente razón.

Con este acuerdo sacamos las armas de la política, Colombia ha tenido una historia republicana de defender sus ideas con armas y eso lo vamos a acabar; fin de esa historia. ¿Cómo no puede ser eso bueno?

Con este acuerdo nos vamos a obligar a mirar ese otro país, donde la gente tiene unas condiciones inimaginables para los colombianos de la ciudad: sin oportunidades, sin servicios. El otro día un concejal de Nariño me decía: “yo vivo en la Colombia sin”. Eso no lo vamos a resolver de un día para el otro pero los acuerdos nos van a obligar a ponerle atención a la ‘Colombia sin’.

Ni qué decir de las víctimas: esta es una oportunidad para enfrentar el pasado y poder construir el futuro. Eso es lo que hay que hacer. Si uno explica las cosas así, la lógica de los acuerdos es más fácil de entender que leyendo las 297 páginas, que también hay que leerlas.

¿La idea de ustedes es apelar más a los argumentos emocionales que a los técnicos?

No realmente. Lo que queremos es que la gente entienda y tome su decisión en conciencia. Nosotros por supuesto que creemos en los acuerdos, por eso trabajamos tan fuertemente en ellos. Lo importante es que la gente entienda qué está decidiendo tanto en el contenido como en las consecuencias. Si la gente decide que No, es No. Pero tiene que entender que tomar esa posición no es tan simple como el rechazo al acuerdo o a uno de sus puntos. Decir No significa el fracaso del proceso con las Farc. Si alguien toma esa decisión, debe asumir esas consecuencias.

El Comisionado de Paz y Humberto de la Calle en un evento de víctimas en Medellín. Foto: Mario Zamudio Palma

Usted tuvo fama de ser el hombre recio y técnico del Gobierno en las negociaciones, y ahora lo vemos en tarima como un político en campaña ¿cómo se preparó usted para comunicar?

Esa diferencia entre cosas técnicas y cosas políticas para mí es un cuento chimbo. Lo importante es entender las cosas y tratar de explicarlas limpiamente. Yo no sé si lo hago bien o mal pero eso es lo que yo pienso: si uno le habla a la gente francamente, honestamente, y le dice las cosas como son, ellos están dispuestos a entender.

¿Cree que las interpretaciones de la guerrilla y el Gobierno sobre los acuerdos son las mismas? ¿Cómo se imagina, por ejemplo, que las Farc le comunican lo pactado a la tropa en la X Conferencia?

Me encantaría estar en esa reunión… En principio deberían ser las mismas interpretaciones, pero es imposible que en 297 páginas no haya alguna ambigüedad que haya que resolver. Por eso se creó la Comisión de Seguimiento, Implementación y Resolución de Diferencias que se pondrá en marcha el 27 de septiembre, y es ahí donde vamos a tratar esos problemas. Esa comisión es clave porque hay unos temas que hay que desarrollar en mucho más detalle como la reincorporación. Ahí quedó un marco pero el cómo se va a hacer depende de esa comisión.

En esta maratón ha tenido que repetir muchas veces las ideas de los acuerdos, ¿hay algo que no le gusta de lo pactado, o algo que le falta a este acuerdo de paz?

Más que darme cuenta de algo que le falta a los acuerdos, de lo que me he dado cuenta es que tenemos que construir paz más allá de ese documento. Ayer hablábamos con gente de la alcaldía de Medellín y decían que en la ciudad hay un problema serio en las comunas. Pero la gente empieza a decir “oiga, si allá se pudieron poner de acuerdo el Gobierno y las Farc, ¿por qué aquí no podemos trabajar el conflicto de otra forma?”.

Uno puede ver estos acuerdos también como el núcleo duro de un espiral que hay que ir abriendo, para involucrar más y más gente y dar ejemplo de que, si uno tiene suficiente paciencia y disciplina, puede resolver muchos problemas por la vía del diálogo.

Jaramillo ha escuchado a miles de personas en 9 ciudades del país. Foto: Mario Zamudio Palma

Volvamos al inicio de todo esto, ¿usted se acuerda del momento en que el presidente Juan Manuel Santos lo llamó para iniciar contactos secretos con las Farc? ¿Cómo fue eso?

Claro, por supuesto. Eso fue inmediatamente yo regresé al Gobierno, en septiembre del 2010. El Presidente llevaba unas pocas semanas al mando y me encargó el manejo de un canal de comunicación con las Farc donde, de un lado estaban “Alfonso Cano” y “Pablo Catatumbo”, y del otro estábamos el Presidente y yo.

Para mí no era nada sorprendente, porque yo había trabajado muy de cerca con él en el Ministerio de Defensa en todo el tema de las Farc, pero también había trabajado en la Fundación Ideas para la Paz en Bogotá, donde gasté mucho tiempo pensando en temas de negociación. De manera que, francamente, era algo que me parecía obvio y natural y eso era lo que había que hacer.

Había que hacerlo con cautela, con prudencia, para no crear expectativas y estar seguros de para dónde íbamos. Y eso fue lo que impulsó el presidente Santos.

Cuando el presidente Santos y usted trabajaban juntos en ese Ministerio de Defensa, ¿ya sabían que el fin del conflicto iba a ser mediante una salida negociada?

Formalmente, eso nunca fue objeto de discusión en el Ministerio de Defensa. Pero el Presidente Santos, por su lado, y desde los años 90, estuvo involucrado en iniciativas de paz y yo llegué al Ministerio, como ya le conté, después de trabajar 3 años en Ideas para la Paz estudiando procesos, negociaciones, etc. De alguna manera era natural que surgieran esas ideas más adelante. Pero ahí todo el mérito lo tiene el presidente Santos.

Usted trabajó con el expresidente Uribe y, con Juan Manuel Santos, delinearon una política muy exitosa en términos militares, que le significó mucha popularidad al hoy senador por el Centro Democrático. ¿Cómo vincular a Uribe al proceso, cómo negociar con él?

(Silencio) Esa respuesta se la dejo para después.

¿En qué momento se deslinda de esa política de acabar la guerra mediante lo “militar” y entra a esta nueva apuesta que significa, necesariamente, humanizar a la guerrilla?

Primero le voy a contar una anécdota. En la fase secreta de conversaciones yo tenía el cargo de Asesor de Seguridad Nacional, y uno de los guerrilleros, “Andrés París”, me miró y me dijo “oiga Sergio, qué cosa tan rara: usted está en la guerra y está en la paz”. Yo le dije, “sí claro, como ustedes”, y todos se rieron. Menciono esto porque eso le dio un nivel de seriedad a la discusión: ellos sabían que yo los conocía, que no me podían echar cuentos tan fácil en ese momento, como tampoco les podían echar cuentos al general Mora, al general Naranjo, o a Humberto de la Calle.

Yo había hablado con cientos de desmovilizados de las Farc en el Mindefensa, de manera que ya tenía un conocimiento sobre ellos. De todas formas una cosa es alguien que dejó las filas de las Farc y otra cosa es alguien que todavía tiene el mando. Cuando comenzó el proceso, en mi primera intervención, acuñé una frase que repetimos muchas veces: el proceso debía ser serio, digno, realista y eficaz. El concepto de dignidad es muy importante porque sin eso no se puede hacer una negociación.

Las Farc se quejaban mucho, hasta el final, de que me veían como una persona muy estricta, muy firme con ellas en la negociación. Pero muchos reconocían que yo no estaba echando cuentos y diciendo una cosa un día y otra al día siguiente. Sobre esa base se van construyendo relaciones.

Con varios de los principales comandantes tenía largos y serios intercambios en privado para entender qué estaban pensado, y eso funcionó muy bien.

De técnico y recio, Jaramillo pasó a ser un hábil comunicador. Foto: Mario Zamudio Palma

¿Llegó a empatizar con ellos?

El ajedrecista Gari Kaspárov dijo en una entrevista que si usted quiere jugar bien tiene que hacer dos partidas: la suya y la del otro. En una negociación es igual, si quiere que salga bien, usted tiene que defender sus posiciones y entender las del otro. Eso no quiere decir que uno esté de acuerdo con él, pero debe entender por qué el otro tiene esa posición y cómo se ve a sí mismo.

Eso requiere algo de empatía, que no quiere decir acuerdo.

¿Cómo gestiona a nivel personal toda la información que recibe de las víctimas en esta maratón?  

A mí la verdad eso es lo que más me emociona de todo. Me gusta mucho más ver a unos raperos de las comunas, o ver raperos Nasa de Toribío cantando, que todo lo demás que hacemos. Es la gente que está viviendo el problema y está haciendo cosas.

¿Qué se le pasa por la cabeza cuando ve a las víctimas cantando, perdonando, exigiendo y hasta recriminándole a usted como miembro del Estado?

Son sentimientos encontrados. Por una parte me da un gran miedo que estemos creando expectativas excesivas de algo que necesariamente va a tardar bastante tiempo en implementarse. Me da miedo que estemos sembrando las semillas de una gran frustración, por eso tenemos que tener mucho cuidado.

Por el otro lado, siempre he creído que el acuerdo con las Farc no es simplemente su entrega de armas, es un momento de fin del conflicto para el país. Y en la medida que más gente se identifique con eso, entienda lo que significa este momento histórico, vamos a poder hacer cosas. Incluso cosas que no necesariamente tienen que ver con el acuerdo. El ambiente de construcción colectiva de la paz es el que se empieza a respirar y es el que tenemos que crear.