Estas son charlas con tres directores que desde la historia, el medio ambiente y la guerra están construyendo, en sus piezas, un espejo en el que los colombianos podemos vernos en función de la paz y la violencia. En esta entrega: El secreto del agua, de Camila Lizarazo.
Por: Natalia Otero Herrera.
Estas son charlas con tres directores que desde la historia, el medio ambiente y la guerra están construyendo, en sus piezas, un espejo en el que los colombianos podemos vernos en función de la paz y la violencia.
El secreto del agua, de la directora y guionista Camila Lizarazo, es una película ambiental, desde su producción hasta su intención, para que los espectadores se integren en la ecuación de la naturaleza que los rodea, dejen de verla ajena y se piensen como parte de ella para bien utilizarla.
Tres personajes: Daniel, un niño citadino, desconectado de la naturaleza, que a partir de la separación de sus padres viaja a un eco HOTEL, de estrato seis, en el Tayrona. Es el elegido para salvar al corazón de la tierra, la Sierra Nevada de Santa Marta. Ahí conoce a Federico, un niño colono, desplazado por la violencia y víctima de las minas antipersonal, quien vive en una comunidad que hace minería ilegal en la Sierra. Y a Hisanna, una niña indígena, hija de un mamo, que también tiene la misión de proteger su territorio de los peligros de la explotación económica.
En una aventura épica, los tres niños empiezan a ver visiones de la tierra, de la vida, del agua y de la naturaleza que no conocían, a partir de la concepción del otro. Una película hecha de pequeños espejos que reflejan la violencia, la explotación de los recursos, la importancia de la tolerancia entre las culturas y la composición humana como parte de la naturaleza.
¡PACIFISTA!: ¿En qué etapa está la película?
Camila Lizarazo: Recién hice el tratamiento. Fui invitada a AMIAS para presentarla ante jurados y fue muy bonito porque la película adquirió otra dimensión. Cuando la presenté estaba muy cruda y, claro, no me gané el estímulo y llegué frustrada, pero después entendí que estaba cruda y fue la retroalimentación fue lo mejor para la película. Y a partir de eso, la he abandonado por ratos y luego la he retomado. El año pasado quedó seleccionada por Colombia en el laboratorio Ibermedia. En este momento es un guión mucho más sólido y ya estoy empezando a ver los recursos para la producción.
¿Entonces la próxima etapa es encontrar los recursos y a rodaje?
Eso quisiera. Yo pienso darme un año y medio para buscar bien recursos, para estar enfrentándola por ahí a dos años. La película ya tiene una versión cuatro de guión y tengo unos inversionistas iniciales interesados. Cada cosa a su tiempo.
A veces uno quiere todo ya. Yo quiero todo ya, afanadísima. ¿No te pasa más con una peli y más teniendo el guión sólido?
A mí me han dado afanes con la película y de repente la retomo y digo: “¡ya, ya, ya!”, pero después la suelto y me doy cuenta que es mejor ir con tranquilidad.
Siento que el guión está súper bonito, es una historia novedosa para Colombia, no es algo que la gente haya visto. Es un tipo de película que es para niños pero que tiene una dimensión profunda para los adultos y padres. Una dimensión que no captan los niños, una más profunda.
Y viceversa.
Exacto.
Retratando el mundo de la minería (y el campesinado), el indígena y el citadino, ¿crees que la gente ve la peli y se mira al espejo? O sea, sale de ella y dice: ¡Qué está pasando en este país!
Es lo que aspiro. Digamos que la Sierra Nevada se plantea como un pequeño mundo que se puede ampliar a cualquier región de nuestro país. En este confabulan diferentes intereses: uno de los grupos económicos, que ansían extraer los recursos naturales; otro, de unas comunidades que sobreviven apunta de ellos; y un tercero de las comunidades indígenas para quienes esos recursos tienen otro simbolismo. Se confluye todo y es a través de la mirada de un niño que vamos a pasar por esos conflictos, incluyendo el conflicto armado, la pelea por el oro y el control del territorio.
Todo desde las visiones de niños de mundos diferentes…
Sí. Por ejemplo, Federico, que es el niño colono, es una persona lindísima que no tiene mucha consciencia de por qué la minería ilegal está mal. Y de hecho para él son los indígenas los malos porque “cómo va a ser que ellos con toda esa tierra disque en ‘resguardo’, cuando hay gente muriendo de hambre y con necesidad”.
Y es válida esa visión también.
Es válida. Es que Daniel, a través de esa aventura, se enfrenta a esas distintas visiones sobre la tierra, la vida, el medio ambiente y sobre los recursos.
Este es un país al que le brotan los recursos naturales y esa es una de las razones por las que estamos en guerra. ¿Por qué no han construido el futuro de este país en torno a eso? ¿Por qué crees que no se le ha dado la importancia a la relación entre conflicto y medio ambiente?
Yo pienso que los recursos naturales, desafortunadamente, tienen dos visiones: los que los quieren conservar y los que los quieren explotar. Pero hay pocos enfocados en desarrollo sostenible. Se puede lograr una sostenibilidad, en donde tu puedas explotarlos, respetando que haya recursos también para las futuras generaciones. Todavía estamos muy crudos en esquemas de pensamiento que nos lleven hacia desarrollo sostenible, empezando porque nuestra política se ha debatido entre izquierda y derecha, toda la vida.
Sí… totalmente polarizado.
Pero, ¿por qué es tan difícil? No lo sé. Yo también me pregunto por qué ni siquiera en los discursos de nuestros candidatos presidenciales se habló de desarrollo sostenible.
- Lo que muchos no ven es que la convivencia sana con el medio ambiente, es paz. El buen aprovechamiento de los recursos, es paz. ¿Tu película deja algún mensaje de paz?
Espérame salto de nuevo a la peli. Es que es diferente pensar en la realidad del país a la de la película.
A ver…Yo hice mi tesis sobre la violencia en el cine colombiano. Y parte de mi idea como cineasta es que nosotros, en la misma narrativa fílmica, promovemos el círculo de la violencia a través de personajes que siempre quedan metidos en una realidad de la que no pueden salir. Ha sido la historia de nuestra narrativa, un cine catártico de la realidad, así la hemos construido, directores y guionistas, consciente o inconsciente.
Entonces, si es cierto que estamos metidos en realidades de las que no podemos salir, al menos que la gente tenga la opción de que en el mundo de la narrativa sí tenga una escapatoria. Que el cine se convierta en un motor de cambio en donde la gente pueda ver valores positivos, gente que sobresale, que es capaz de dejar su propio ser y pensar en lo demás.
Es muy difícil hacer cine para niños aquí en Colombia. Mi película está clasificada para 7 años, pero yo quiero que de 12 para arriba también la puedan ver. Por eso, esta película le lleva un mensaje a niños, familias y adultos, de tolerancia al ver el mundo, de entender por qué el otro piensa lo que piensa y de comunión con la naturaleza. De reconocer la naturaleza dentro de nosotros mismos, vengamos de donde vengamos.
Ay, qué lindo ¿Y va a ser con actores naturales?
Precisamente ése es uno de los temas que estamos analizando internamente porque la Sierra tiene cuatro comunidades indígenas, pero la película no está hablando de ninguna en particular. No se trata en específico de los kogis, arhuacos, wiwas, kankuamos, sino de indígenas que representan estas tradiciones comunes que tienen los cuatro pueblos.
Al grabar en la Sierra tenemos que tener las autorizaciones, no solo físicas de los cabildos, sino espirituales. Y la idea es que, para mitigar el impacto social, involucremos a la comunidad en la medida de lo posible. Yo quisiera que algunos de los actores fueran indígenas porque hay personas allá que ya están interesadas en iniciativas de producción audiovisual. Pero lo que buscamos, ante todo, es no perjudicarlos sino generar un impacto positivo.
Y el impacto ecológico, ¿cómo vas a mitigarlo para que no choque con el mensaje de la película?
La idea de la producción es que sea carbono neutro, que significa medir la huella de carbono que deja la película, y compensar la emisión que produjo a través de siembras de árboles o de otro tipo de iniciativas. Con un sistema de manejo sostenible, siguiendo una norma británica que ha dado unos parámetros en los que tu puedas tener el mínimo impacto a nivel ambiental y social. Entonces, en el presupuesto de la película se incluye esa compensación por la producción. Y segundo, el impacto social, porque eso sucede mucho aquí en Colombia, que películas y producciones se van a grabar a lugares sin tener en cuenta el impacto, tanto económico como social a largo plazo, y a veces es negativo. Por eso lo que te decía de involucrar, en lo posible, a las comunidades de la Sierra. Igual, la idea es grabar poco allá para perturbar menos.
¿Y cuál crees que será el impacto que tendrá en los espectadores?
Cuando uno habla de medio ambiente aquí en Colombia, a veces lo piensa como ajeno. Uno ve allá al ambientalista, al que hace conservación, a los Parques Nacionales, a los recursos, al aire, al agua…todo allá, lejano. Y pocas veces nos integramos nosotros mismos dentro de la ecuación de la vida.
La película es un recorrido para que tu te integres en esa ecuación y te mires al espejo diciendo: “Yo respiro, yo soy agua, yo necesito vivir de la naturaleza de la que soy parte”. La película nos da a entender que no somos utilitarios de un sistema ni espectadores; lo que sale de mí, los desechos, lo que haga, se devuelve a las nubes y eso vuelve a mí luego. Entonces, desde un punto de vista infantil, desde una historia épica y desde una historia para toda la familia, la reflexión está en cada ser humano cuando salga de la película y se mire al espejo, abra la llave y se tome el siguiente vaso de agua.