Cambié el café por la hoja de coca para volverme más productivo | ¡PACIFISTA!
Cambié el café por la hoja de coca para volverme más productivo Fotos por Pablo David G.
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Cambié el café por la hoja de coca para volverme más productivo

Sebastián Serrano - julio 17, 2017

La hoja contiene una micro dosis de cocaína que es inofensiva y estimulante ¿pero qué tan aceptable es usarla en pleno siglo XXI?

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Si al menos la mitad de las cosas que dicen acerca de la hoja de coca son ciertas, entonces los colombianos estamos salvados: la planta que durante los últimos cuarenta años se ha convertido en toda una cruz para el país, en realidad es más nutritiva que las nueces y que las frutas, contiene una micro dosis de cocaína inofensiva pero estimulante y podría tener un enorme potencial comercial.

Además, a 2017, según Naciones Unidas, somos el país con más cultivos de coca de todo el planeta, con 146.000 hectáreas sembradas. La cantidad claramente excede la demanda del consumo tradicional de las comunidades indígenas y de quienes la usan para aprovechar sus bondades, pero al menos da para pensar que quizá en otro contexto, sin la presión del prohibicionismo que ha rodeado a la cocaína, la hoja, en su estado natural, podría ser una buena oportunidad de negocio.

Existe evidencia de sobra acerca de las propiedades estimulantes de la coca. En 1975, un grupo de botánicos de la Universidad de Harvard condujeron un estudio en el que encontraron en la hoja coca entre un 0.5% y un 2.2% de “alcaloides tóxicos”, entre ellos la cocaína. Estudios posteriores han confirmado este hallazgo y han precisado que cada hoja contiene entre un 0.2% y un 0.7% de cocaína.

Esto no significa que la hoja sea adictiva: primero porque la concentración es muy baja, segundo porque al ser consumida por la vía oral el efecto de la cocaína se diluye en el tiempo y no llega a crear esa sensación de ‘embale’ característica del clorhidrato de cocaína (el conocido polvo blanco).

Así que escuchar a los entusiastas de la hoja hablar acerca de cómo esta es un “superalimento”, de cómo la coca sirve por igual para la anemia y para el insomnio, para la depresión y para la digestión, es inevitable preguntarse si tantas cosas buenas pueden ser ciertas y si la práctica de masticar hojas tostadas con cal es viable, agradable y socialmente aceptada—como por ejemplo tomar café.

Por eso me propuse dejar el café por unos días, para cambiarlo por la hoja de coca. Y así me fue:

Un quemón productivo

El lunes comenzó con una quemadura de ph 13. Bañado, vestido, desayunado y listo para salir a trabajar tomé tres pellizcos grandes de mi bolsa de hojas de coca tostada –comprada a 12 mil pesos en Bulevar– y me los llevé a la boca. Mastiqué, formé la bolita en la boca como me lo había indicado el encargado de la tienda y me dispuse a la parte decisiva del proceso: agregar la cal. Al ser alcalina, la cal extrae los alcaloides que se encuentran en la hoja de coca, entre ellos la cocaína.

En algunas regiones como la Sierra Nevada, de d0nde se aprovisiona la tienda donde compré mis hojas, tradicionalmente se ha usado una ceniza alcalina para este proceso, pero con el tiempo ha sido reemplazada con cal, que es irritante y de un ph muy alto, que produce un quemón químico al contacto con la piel. A mí me quemó levemente la mejilla, por dentro.

Estaba advertido: la idea es formar una bola de hojas en la boca y luego servir un poco de cal sobre la bola, nunca directamente a la boca. Así lo hice, y a medida que iba creciendo el ardor en la parte de adentro de mi mejilla, las hojas amargas se iban volviendo dulzonas por la reacción química. La cal estaba haciendo su trabajo y yo estaba listo para comenzar mi semana mascando coca.

Para el mediodía del lunes ya había caminado las 30 cuadras que hay entre mi casa y el centro y otras 30 de vuelta. También  corregí un texto que había dejado a medias la semana anterior y lo monté en esta misma plataforma con sus fotos, pies de foto, etiquetas  y todos esos demás detalles tediosos.

Luego del almuerzo entré al baño y —mientras un millar de grecas eran ordeñadas a largo y ancho del país–  volví a mezclar hojas tostadas con cal y las llevé mi boca.

Para las 7 p.m. del primer día de la semana ya había publicado una segunda historia– y había vuelto a hacer el mismo recorrido hasta el centro y de vuelta, aunque esta vez en una bicicleta. El miércoles a las 10 de la noche—entre bostezos—repetí el procedimiento y seguí escribiendo hasta pasada la medianoche.

Después de estos días, creo que la sensación de alerta y energía que produce la hoja supera a la del café. Según Juan Daniel Gómez, profesor de neuropsicología de la Universidad Javeriana, esto podría deberse a que la cocaína difiere de la cafeína en la medida que incide más directamente en el cerebro: “Los receptores a los que se une la cocaína están más concentrados en el cerebro, los efectos del café se sienten mucho más en el cuerpo, los de la coca en el sistema nervioso”.

Un kilo de coca vs. Un kilo de manzanas

Las propiedades estimulantes de la hoja no son tan importantes en el libreto de los vendedores de coca contemporáneos. En las tiendas naturistas, la coca ha sido agrupada, junto con las semillas de chía, en la categoría de “superalimento”. La etiqueta no es gratuita: la mayoría de productos derivados de la coca incluyen en sus empaques  una tabla nutricional tomada de ese mismo estudio de 1975. Según esa tabla la coca contiene más proteína que las nueces, mas fibra que la fruta y es rica en calcio hierro y fósforo. Pero bueno, cosas parecidas se dicen en los comerciales de cereales.

Valor nutricional de la coca comparado con otros alimentos. // Tomado de: Nutritionall Value of coca leaves, Duke (1975)

Luego de mis primeros tres días mascando la hoja, noté que estaba llegando a casa al final del día con un poco más dinero del que acostumbro tener al final del día. En efecto, había parado de tomar onces y medias nueves. Sentado frente al computador,  veía a mis colegas parar a media mañana y a media tarde para salir por un bocado. Pero yo no sentía ninguna necesidad de ir por uno, incluso después de fumar marihuana.

En junio de 2009, la ONG Holandesa Transnational Institute (TNI) publicó un informe llamado Los mitos de lo coca, entre ellos los relacionados con la nutrición. El informe comienza por desacreditar una serie de teorías que sostienen que el consumo de hoja de coca, al reducir el apetito, causa desnutrición. Pero también desacredita las afirmaciones “exhuberantes” que se hacen desde la orilla contraria.

Sí, es probable que la coca tenga, en efecto, la fibra, la proteína y los nutrientes que señala el estudio de Harvard. Pero eso no necesariamente la convierte en “superalimento”. El informe del TNI señala que los valores nutricionales de la hoja de coca que son presentados en esa tabla se basan en una porción de 100 gramos. Para que se hagan una idea mi bolsa completa de coca pesaba 50 gramos.

Así que como alimento la coca es inviable por una simple cuestión de cantidades. Aunque 100 gramos de fruta contegan menos nutrientes que 100 gramos de coca, 100 gramos son una sola manzana. 100 gramos de coca, en cambio, son una cantidad de hoja que es físicamente imposible de ingerir.

Lo más probable es que la reducción en el apetito que estuve sintiendo durante toda esta semana se deba a un efecto secundario de esa micro dosis de cocaína que la cal y la hoja estaban liberando lentamente en mi boca.

Coca en el supermercado

A partir del miércoles, llevé mis bolsas de hoja de coca y cal al trabajo y las dejé en mi puesto de la misma forma que lo haría con una taza de café. La bolsita de hojas tostadas se convirtió en una atracción: casi todo el que pasaba cerca la examinó, algunos me pidieron un poco y lo más atrevidos la probaron con todo y cal.

En Colombia, el mercado de hoja de coca y sus derivados existe hoy en un limbo jurídico. En territorio indígena es legal cultivarla, hacer productos de ella y venderlos. Fuera de estos territorios  tener o consumir estos productos no está prohibido, pero el Decreto 2266 de 2004 prohibió que el Invima les diera el registro sanitario necesario para comercializarlos en las ciudades.

Hace unos días fue anunciada la publicación de un nuevo decreto que acabará con esta prohibición, abriéndole a la hoja de coca y sus derivados las puertas del mercado legal. ¿Será posible que, a la vuelta de unos años, los colombianos terminemos comiéndonos las cosecha de coca que hoy compran los narcos?

“Nosotros desde el gobierno somos muy conservadores frente al potencial comercial de la hoja de coca” me decía por teléfono Andrés López, director del Fondo Nacional de Estupefacientes. Por razones culturales López duda que la hoja de coca tenga el potencial de saltar del circuito de las tiendas y las personas naturistas para convertirse en un producto de consumo masivo: “Si luego de muchos años de trabajo el té apenas  ha logrado quitarle algo así como un 10% del mercado al café en Colombia, ¿cuánto tiempo podría tomarnos crear un mercado que compre las miles hectáreas de coca que hay hoy en Colombia? ”.

A parte de una dosis inofensiva pero estilmulante de cocaína, mi boca recibió un montón de miradas raras durante esta semana. La presencia de ñuflas verdes fue una constante y, ocasionalmente, un chorrito de saliva verdosa escapaba de mi anestesiada boca.

En pleno siglo XXI, mascar hoja de coca es una pesadilla estética y logística. No en vano, existen tés, galletas y harinas  que le evitan al citadino el incómodo ritual de masticar hojas con cal. Sin embargo estos derivados, al no liberar la cocaína en la hoja a través de una reacción con alguna sustancia alcalina, no producen el mismo efecto estimulante que yo experimenté.

También están las trampitas: el psiquiatra peruano Luis M. Llosa, quién ha experimentado con la hoja de coca como tratamiento para la adicción a la cocaína, sostiene que poner 25 bolsas de té coca en 750 mililitros de agua hirviendo libera unos 100 miligramos de cocaína. Los mismos 100 miligramos pueden ser obtenidos mezclando dos cucharadas de harina de coca (25 gramos) diluidas en un vaso de agua con 10 gramos de bicarbonato de sodio. Ninguna de las dos debe ser muy sabrosa

A la larga, la decisión de cambiar el café por la hoja de coca se reduce a qué tanta molestia estoy dispuesto a soportar para sentir ese empujón adicional: en mi caso dudo mucho que la coca llegué a suplantar ese primer café de la mañana, pero creo que ya se ganó un lugar en el cajón de mi escritorio.

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