POR: TIMOTHY O’FARRELL
“El viaje por el Tapón del Darién es algo indescriptible… No me atrevería a poner a mis propios hijos en esa situación; es demasiado peligroso”.– José Reyes, migrante venezolano que cruzó la selva en julio del 2024 con un amigo y los hijos de su amigo.
Desde la década de 1990, el fenómeno migratorio a través del Tapón del Darién ha puesto a prueba al Estado colombiano, sin importar el gobierno de turno. Mandatarios como Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Iván Duque y Gustavo Petro han enfrentado el desafío de una migración en aumento que afecta a cientos de miles de personas, incluidos un número creciente de niños.
Sin embargo, la falta de acciones contundentes y sostenidas por parte del Estado ha dejado a los menores en una situación de extrema vulnerabilidad. Estos niños no solo enfrentan desnutrición y son testigos de robos y abusos sexuales, sino que sus travesías también financian a uno de los grupos armados más peligrosos de Colombia.
Dos informes publicados en 2024 de Human Rights Watch (HRW) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han destacado las deficiencias de los gobiernos de Colombia y Panamá para proteger adecuadamente los derechos de los migrantes en el Darién. “El gobierno de Colombia carece de una estrategia clara para garantizar los derechos de los migrantes y solicitantes de asilo que cruzan la selva del Darién”, concluyó el informe de HRW.
En el caso de los niños, la situación es aún más grave, ya que son más propensos a sufrir desnutrición y enfermedades en la selva, además de verse afectados negativamente por presenciar situaciones traumáticas en su travesía. Para empeorar las cosas, la asistencia humanitaria disponible para los niños es limitada en alcance. El informe de la OPS señala que “no existen servicios especializados para la salud mental de los niños”.
En esta serie de Especiales sobre la migración a través del Tapón del Darién (lea también: Más allá de la criminalización: El trabajo de los Mochileros en el Tapón del Darién), se analizan los desafíos físicos y mentales que enfrentan los niños en su paso por la selva, así como la alarmante ausencia del Estado colombiano en su protección.
A pesar de los esfuerzos del gobierno de Colombia y del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, por cerrar esta peligrosa frontera natural, las medidas implementadas han resultado insuficientes. Organizaciones como Human Rights Watch (HRW) advierten que estas políticas no solo fallan en detener la migración, sino que la hacen aún más peligrosa, especialmente para los niños.En Acandí, el último pueblo antes de ingresar a la selva, la presencia estatal es mínima. Las autoridades locales apenas tienen capacidad de acción, y los pobladores denuncian que la administración es simbólica. Mientras tanto, varios intentos por reducir el flujo migratorio en el lado panameño probablemente han llevado a una disminución en los cruces en 2024, pero los grupos de ayuda están viendo que esta cifra vuelve a aumentar, especialmente después de las elecciones en Venezuela. Se espera que el número de cruces sea de alrededor de 350,000 este año (frente a los 500,000 en 2023), de los cuales el 22% son menores, un aumento significativo frente al 16% registrado en 2022. De estos niños, la mitad tiene menos de cinco años.
Sin protección ni apoyo estatal, los migrantes quedan a merced de bandas criminales. El Clan del Golfo controla la región, exigiendo pagos de entre 100 y 200 dólares por persona para cruzar la selva. Esta dinámica perpetúa un ciclo de violencia y explotación que afecta de manera desproporcionada a los menores.
“Los padres nos pueden decir que los hijos ya no son los mismos de cuando salieron. Por ejemplo, hemos tenido padres que manifiestan que sus hijos cuando salen del país eran más alegres, más abiertos, más comunicativos, y a medida que van transitando, esto se reduce a una falta de comunicación, incluso al no hablar, a una regresión totalmente por los temores que existen.” – Alejandra Angulo, psicóloga de HIAS – ONG que trabaja en Panamá con los migrantes cuando salen de la salva.
Pero a veces los niños cruzan sin sus padres.
Un informe de HRW de 2023 señala graves deficiencias en la protección de niños migrantes, mencionándolos 97 veces en un análisis que destaca el aumento de menores no acompañados y separados de sus familias. En 2023, más de 3,300 niños cruzaron la selva sin un adulto, triplicando la cifra registrada en 2022.
Salud física y mental en riesgo:
El impacto del Darién en la salud de los niños es devastador. Según Somer Carvajal Valayes, funcionario de salud en Acandí, los recursos médicos son tan limitados que vidas se pierden por deficiencias administrativas. Relata el caso de una adolescente ecuatoriana de 16 años que murió tras no recibir atención médica adecuada debido a la falta de suministros en el centro de salud local.
Las enfermedades, la desnutrición y el trauma psicológico son recurrentes entre los niños migrantes. La Cruz Roja Colombiana y otras organizaciones humanitarias brindan asistencia limitada, pero su labor se ve obstaculizada por las altas tarifas que impone el Clan del Golfo para acceder a la zona. Según un portavoz de la Cruz Roja, en marzo de 2024 atendieron a 596 personas por problemas psicológicos y a más de 5,000 por enfermedades, muchas de ellas niños.
El informe de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO) destaca las graves consecuencias que tiene cruzar el Darién para los niños:
“La migración forzada y las experiencias traumáticas asociadas, como la separación familiar, la violencia y la incertidumbre, pueden tener un impacto significativo en la salud mental y emocional de los niños migrantes, aumentando el riesgo de trastornos como ansiedad, depresión y estrés postraumático. A esto se suma la transición a un entorno nuevo y desconocido, que puede ser una fuente adicional de estrés, especialmente en términos de adaptarse a nuevas culturas, idiomas y sistemas de apoyo”.
A medida que el número de migrantes provenientes de países como Haití, China y diversas regiones de África ha aumentado, los investigadores en migración han advertido sobre la urgente necesidad de trabajadores humanitarios bilingües. Sin embargo, organizaciones no gubernamentales informaron a Pacifista que actualmente carecen de la capacidad para atender adecuadamente a los migrantes que no hablen español, particularmente en el ámbito de la salud mental.
Durante una semana de febrero, Médicos Sin Fronteras (MSF) atendió a 113 personas, incluidos nueve niños, que fueron víctimas de agresiones sexuales en la selva del Darién. MSF, que había suspendido operaciones en la comunidad de Las Blancas, en el lado panameño del Darién, regresó recientemente tras realizar reiterados llamados al gobierno de Panamá para mejorar la protección en la región.
El panorama es alarmante: los casos de abuso sexual tratados por MSF aumentaron drásticamente a principios de 2024. En un comunicado reciente, la organización alertó que el número de pacientes que buscaban ayuda por violencia sexual se había multiplicado por siete, subrayando que la “inacción de los gobiernos está empeorando la situación”.
El abuso sexual se ha convertido en una de las amenazas más graves para quienes cruzan el Darién, especialmente para las niñas y adolescentes. Algunas toman anticonceptivos de emergencia antes de emprender la travesía, con la esperanza de evitar embarazos no deseados en caso de ser violadas.
Angulo, representante de HIAS, una organización especializada en el apoyo a refugiados, explica el impacto devastador de esta violencia en la salud mental de las menores:
“Las niñas no solo enfrentan el temor constante de ser agredidas, sino que, tras sufrir violaciones durante el tránsito, experimentan sentimientos de culpa, inseguridad y síntomas de ansiedad, estrés agudo y depresión. Aunque no es posible diagnosticar un trastorno en tan corto tiempo, los indicadores de estrés postraumático son evidentes. Este deterioro psicológico se agrava porque muchas de ellas carecen de acceso a apoyo emocional adecuado”.
La falta de infraestructura para atender la salud mental y física de los migrantes, sumada a la inseguridad y la ausencia de protección estatal, perpetúa el sufrimiento de los más vulnerables en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.
A pesar de los riesgos, muchos padres, como María Rosa Seminario, que cruzó el Darién en abril con sus tres hijos, no ven otra alternativa.
“He preparado a mis hijos mentalmente para lo que vamos a vivir. Sabemos que hay peligros: violaciones, robos, montañas que parecen imposibles de cruzar”, cuenta.
Sin embargo, no todos están dispuestos a someter a sus hijos a esta pesadilla. José Reyes, quien decidió cruzar sin ellos, explica:
“Los niños son los que más sufren. Se enferman, tienen fiebre, diarrea y están constantemente asustados. El Tapón del Darién es uno de los peores lugares del mundo para un niño”.
Con las condiciones actuales, la migración a través del Darién parece inevitable mientras persistan las crisis económicas y políticas en América del Sur. Pero esto no justifica la falta de acción estatal. Colombia y Panamá tienen la obligación de proteger los derechos humanos de los migrantes, especialmente de los menores, quienes son los más vulnerables en esta ruta mortal.
La insuficiencia de una respuesta adecuada y la débil presencia del Estado en la región del Darién han puesto en grave riesgo los derechos fundamentales de las personas, incluyendo el derecho a la vida, la integridad física, la salud, el acceso al agua y a los alimentos. Esta situación ha permitido que grupos armados como el Clan del Golfo y actores vinculados a ellos ejerzan control sobre el flujo migratorio y las ganancias generadas por la vulnerabilidad y la desesperación de los migrantes y solicitantes de asilo.
Ante la falta de alternativas, recae sobre el gobierno colombiano y las organizaciones no gubernamentales la responsabilidad de proteger los derechos de las personas que cruzan esta peligrosa ruta. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Human Rights Watch (HRW) han emitido recomendaciones al Estado colombiano para prevenir abusos y garantizar una atención sanitaria más efectiva a los migrantes. Según organizaciones que operan en la zona, el acceso a alimentos y agua potable sigue siendo la prioridad más urgente para la población migrante.
La mejora de la comunicación interinstitucional e internacional es esencial para fortalecer la respuesta humanitaria y acelerar la asistencia tanto en el Darién como en el resto de Centroamérica. Además, los informes destacan la necesidad de implementar chequeos médicos obligatorios para niños menores de cinco años y garantizar que reciban las vacunas regulares necesarias.
Por último, es imperativo que el gobierno colombiano adopte medidas más eficaces para proteger a los niños de situaciones de riesgo, como la falta de áreas separadas para dormir destinadas a mujeres jóvenes, o la exposición al consumo de drogas. Estas acciones son fundamentales para salvaguardar los derechos y el bienestar de las personas en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.
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Documental Salud de los Niños del Darién
Soy Tim O’Farrell, periodista de PACIFISTA. En abril del 2024 recorrí el Tapón del Darién y descubrí una realidad devastadora: la profunda crisis de salud física y mental que sufren los niños migrantes al cruzar la selva. Este documental busca visibilizar su situación y luchar por un futuro donde su salud no sea una deuda pendiente de la humanidad.
Conoce aquí nuestro primer documental sobre el Darién, Más allá de la criminalización: El trabajo de los mochileros en el Tapón del Darién e inspírate para apoyarnos con esta historia.