¿Por qué las redes sociales?

En un video publicado por una adolescente donde ella comenta que se unió a las disidencias de las FARC, un adulto le pregunta en uno de los comentarios “camarada ¿Por qué lucha?” y ella le responde “por mí misma”. Los contenidos que encontramos y analizamos en redes sociales permiten hacer una aproximación a los mecanismos y motivaciones que resultan en el reclutamiento de NNA, que, lejos de la afiliación por razones de concordancia política que pudo existir en el relato de otras épocas, aquí tiene que ver con las aspiraciones sociales, laborales y económicas de esta población. 

Siendo los departamentos del Cauca y el Caquetá los que más casos de reclutamiento han registrado los últimos años (COALICO, 2023), conversamos con una educadora rural que ha trabajado en varios territorios colectivos del Pueblo Nasa en el Cauca. Al preguntarle por el uso de celulares e internet en las jornadas escolares, nos comentó que varias escuelas han tenido que llevar a cabo políticas de cero celulares en las aulas. También afirmó que últimamente en la región se ha sentido un cambio drástico, pues mientras hace algunos años ver un celular inteligente era bastante extraño, ahora hasta las familias más empobrecidas cuentan con al menos uno de estos dispositivos en casa. El consumo de internet aumentó en poco tiempo y la dependencia a sus contenidos, también. Ella nos comenta que los mismos maestros y maestras, quienes favorecieron su uso para continuar con los contenidos escolares durante la pandemia, se sienten arrepentidos al no haber previsto estos efectos no deseados.

Por otro lado, tanto ella como un periodista comunitario consultado y cuyo trabajo se focaliza en Argelia, Cauca, comentaron que una de las medidas que están adoptando las familias para prevenir el reclutamiento es mantener a sus hijas e hijos encerrados, ya que salir, así sea para asistir al colegio, representa un riesgo alto. La situación es de tal gravedad que la Guardia Indígena ha llegado a escoltar a los niños a la entrada de las escuelas para que no sean abordados por terceros. En este contexto, muchos se quedan en casa ¿Haciendo qué? pues, sin duda, consumiendo contenido online. 

Atravesando puertas y paredes, los grupos armados optaron por acceder a las pantallas con las que cotidianamente interactúan niños, niñas y adolescentes. Con una narrativa cercana, se comunican de manera directa, rápida y constante a través de videos para convencerlos de hacer parte de sus organizaciones, hasta el momento de las Disidencias y el ELN. Estos grupos se valen de otros NNA, que comparten muchas de las características de quienes buscan reclutar, para difundir los videos. La efectividad de este mecanismo ha logrado aumentar de forma preocupante el reclutamiento forzado. Los departamentos donde hemos encontrado estos videos, identificables por los hashtags que incluyen los usuarios, son Cauca, Caquetá, Valle del Cauca, Nariño y Putumayo.

 ¿Qué se vende a través de ellas?

Tras revisar más de sesenta cuentas de Tik Tok con videos alusivos a grupos armados ilegales colombianos, es posible reconocer un conjunto de patrones en las imágenes, narrativas y comentarios que allí se exponen. Cabe mencionar que si bien Tik Tok es la plataforma de producción y divulgación, existe la probabilidad que los videos también se compartan a través de otras redes sociales como Facebook y Whatsapp. Según un estudio de Telefónica, el Whatsapp es la aplicación de mensajería más usada en Colombia (Telefónica, 2022), con el agravante que no es fácil rastrear los contenidos que se comparten por este canal: los estados desaparecen después de 24 horas, los mensajes se pierden en el mar de información que circula allí, y si no se pertenece a los grupos o cadenas de distribución, va a ser casi imposible identificar contenidos, emisores y destinatarios. Por lo tanto, es altamente probable que el alcance de este tipo de convocatorias sea mucho mayor al que encontramos directamente en Tik Tok.

¿Qué encontramos en estos videos? Los símbolos, imágenes, canciones y mensajes que se comparten son variados, pero se mantiene un hilo conductor distintivo en la totalidad de las cuentas consultadas y es la aparición de dos emojis juntos: el de un ninja y el de la bandera de Colombia. Las variaciones se presentan en la narrativa, en particular por la variable de género. Aquellos perfiles manejados por usuarios hombres suelen tener fotos y videos donde se los ve con uniformes camuflados (en pocos casos muestran el rostro), armas, alcohol, carros, camionetas y motos, además de dinero en efectivo, cultivos de coca y algunas cocinas de cocaína. En contraste, los perfiles de mujeres suelen ser grabaciones o imágenes fijas de ellas en primer plano cantando y bailando. También se ven algunas fotografías en las que portan un uniforme y se ve su cuerpo en silueta ocultando su cara. No obstante, en la mayoría de los casos, las niñas develan su rostro y aparecen sonriendo; usan escotes, se muerden los labios al cantar, se ponen filtros o maquillaje. Mientras que los hombres suelen exhibir lo que tienen y lo que hacen, las mujeres se exhiben a sí mismas en videos de formato selfie. 

Dejando a un lado la imagen, es interesante detenerse también en la marca sonora de estos perfiles, que suele ser una canción o un audio de una frase corta, pero en ningún caso la voz de los NNA. Las canciones suelen ser corridos mexicanos, himnos de las organizaciones armadas, temas de reggaetón y en algunos casos, cumbia. Las letras más reiterativas tienen mensajes como: “soy guerrillero, mas no soy malo”, “honor, patria, libertad”, “si muero en algún combate no me vayan a llorar”, “prohibido renunciar”, “soy de familia pobre alguien tenía que buscarle”. Tanto niños como niñas usan las mismas canciones, sin embargo, en los perfiles femeninos se escucha reggaeton y cumbia con más frecuencia que en los masculinos, donde encontramos casi que exclusivamente música de los grupos armados y corridos mexicanos, lo cual, combinado con la aparición repetitiva de tequila, sugiere un imaginario presente alusivo a los carteles de ese país.

También se pueden escuchar audios cortos o trends de Tik Tok, es decir, grabaciones hechas por otros usuarios que se vuelven virales y son tomados y adaptados por nuevos usuarios. En esas ocasiones, los mensajes más comunes son: “otros de fiesta, yo a mis 17 años tratando de seguir adelante”, “¿Pena? pena me daría invitarlas a salir con la plata que me daban de mesada”, “a trabajar duro mijo, porque hombre flojo no monta caballo fino ni goza de mujer bonita”, “esto es pa machos, no pa muchos”, “venimos de abajo pero vamos pa arriba hijueputa”, “Dios, quítame lo pobre, que lo feo me lo quita la plata”. Las dos últimas frases aparecen tanto en perfiles femeninos como masculinos, las demás aparecen exclusivamente en contenido realizado por hombres.

Estos jóvenes se muestran en la plataforma como personas fuertes, valientes, resilientes y adineradas. Asimismo, los objetos que acompañan la puesta en escena, como uniformes, artículos caros o de lujo, armas y billetes, proyectan una imagen de éxito, autorrealización y posicionamiento frente a otros. En el caso de las mujeres, parece importante mostrarse sensuales, pero también independientes, fuertes y luchadoras, aunque sea poco común ver un arma en sus videos. Existen alusiones constantes a que tienen una personalidad agresiva o vengativa, a que tienen “el carácter de un hombre”, y que no necesitan de otros, pues son autónomas. Un perfil de una joven escribe: “mi papá quería un niño, mi mamá una niña. Y nací yo, mujer pero con el carácter  de un hombre”. 

En ambos casos, niños y niñas hacen alusiones a una ausencia de miedo hacia la muerte y, adicionalmente, destacan el sacrificio y el trabajo como un valor, en múltiples comentarios donde son criticados por hacer parte de estos grupos argumentan que están ejerciendo “un trabajo como cualquier otro”.

En cuanto a los comentarios, cabe mencionar que pueden clasificarse en tres tipos y que varían claramente según el género del o la dueña de la cuenta, encontramos: mensajes de odio, mensajes preguntando cómo entrar a hacer parte del grupo y, en el caso de las niñas, emojis de corazones y frases como “uy yo por ella me iría a la guerrilla”, “mi nena linda, mi flaca hermosa”. 

 ¿Quiénes son las y los niños detrás de esas pantallas?

Algunos NNA hacen pública su identidad a veces con sus nombres o con sus rostros, lo que denota un interés por ser reconocidos por su pertenencia a estas organizaciones ilegales. Aunque en otros contextos podría parecer vergonzante o riesgoso, se pierde el anonimato por presión del propio grupo o por su propia validación en la era de Tik Tok.

La generación de la que estamos hablando son niños, niñas y adolescentes que nacieron del 2006 en adelante y que enfrentaron la pandemia con catorce años o menos y que, pasada la firma del Acuerdo de Paz en 2016, no vieron su implementación con presencia del Estado sino un cambio de poder en el control territorial. 

Los grupos armados ilegales que operan en estas regiones se están aprovechando de la crisis de identidad que sufren los más pequeños en contextos donde todo apunta hacia una perspectiva de no futuro. En el caso de las comunidades indígenas del Cauca, se mantiene una guerra no sólo directa, sino que también política y simbólica contra el Consejo Nacional Indígena del Cauca – CRIC. Esto genera una doble crisis en las infancias y juventudes indígenas, pues el proyecto al que deciden apostarle estos NNA tienen afectaciones no solo individuales sino que también colectivas. La profesora consultada menciona otro factor y es la herencia familiar: las nuevas generaciones  nacieron en un contexto donde el conflicto armado interno ya estaba instaurado y cargan con imaginarios que corresponden a personalidades revolucionarias o personajes de grupos insurgentes del pasado. La falta de revisión de estos relatos familiares es un factor importantísimo a reexaminar.

También es llamativo entender cómo los mandatos de género, en conjunción con la pertenencia étnica, influyen en el reclutamiento de estas organizaciones. El dominio de la fuerza física, la capacidad de utilizar la violencia interpersonal frente al conflicto y el poder o la fuerza, han sido socialmente valoradas como cualidades positivas de lo masculino. En contraste, la feminidad se asocia con la vulnerabilidad física, la incapacidad de usar la violencia de manera efectiva y la obediencia.

Dichos atributos son valorados positivamente tanto por hombres como por mujeres y no están dadas por el sexo, es decir, la masculinidad no es una facultad dada a los hombres por el hecho de ser hombres, sino que para llegar a ella es necesario performar y reafirmar constantemente que se es “masculino” o “macho”, mérito que se pierde si se demuestran prácticas contrarias como llorar, ser débil, e incluso, ser homosexual, por ejemplo. Lo anterior, termina por moldear la forma como niños y adultos se perciben y perciben a los demás, pues resulta más deseable ser de una manera que de otra. 

En relación con las implicaciones de pertenecer a un grupo armado donde los roles de género son tan marcados, las mujeres se sitúan en un lugar de mayor vulnerabilidad, pues son vistas como inferiores. Las niñas y adolescentes de las regiones donde se ha recrudecido esta problemática, viven en contextos donde el sexismo es aún más fuerte que en otros escenarios, por lo cual, encarnar el rol de guerreras, tener un uniforme, portar un arma, hacer parte de un colectivo con capacidad de ejercer violencia física y obtener dinero, es atractivo e incluso una cuestión de supervivencia. Adoptar este rol es abandonar el rol predestinado de mujeres que les dio la sociedad y que no encaja con sus planes de vida, lo cual es evidente en los videos revisados, donde hacen alusiones constantes a su independencia y fuerza. La posibilidad de obtener un trabajo como cuidadoras de animales y “raspachinas” (que es lo que suelen ofrecer estos grupos, así no sean las labores finales que ellas van a desempeñar) y “ganarse” el respeto de sus pares, parece atractiva a los ojos de mujeres jóvenes, algunas de ellas ya madres, en un contexto social de pocas oportunidades que las excluye y las maltrata. 

A pesar de conllevar peligros y altos riesgos,  entrar a una organización criminal se contrarresta con los beneficios que estos menores de edad creen que pueden obtener allí. Sin embargo, estos videos usados para el reclutamiento forzado, como cualquier otra publicidad, suelen vender una realidad muy distinta a la que terminan encontrando estos niños, niñas y adolescentes. Tal y como se ha demotrando en las investigaciones del macrocaso 07 de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP,  y en el informe Una Guerra Sin Edad del Centro Nacional de Memoria Histórica, las situaciones y violaciones de derechos que viven los y las menores de edad al interior de los grupos armados son extremadamente traumáticas.

Apuntes finales

Los niños, niñas y adolescentes son una población de especial protección por parte del Estado y la sociedad en su conjunto, pero tal responsabilidad ha sido fallida. Según el Registro Único de Víctimas, desde 1985 hasta la actualidad son más de 9.000 niños, niñas y adolescentes han sido reclutadas forzadamente por grupos armados ilegales (UARIV, 2024). Esta cifra evidencia que es necesario activar procesos de prevención y salvaguarda; generar conversaciones abiertas con ellas y ellos cara a cara y a través de las plataformas y, por supuesto, incidir en la garantía de derechos para proteger su seguridad y libertad. Todo ello como parte de una exigencia al Estado en el compromiso fundamental de acabar con el conflicto histórico que se ha vivido en el país. 

 Conclusión: 

La estrategia de marketing criminal utilizada por los grupos armados para reclutar menores en Colombia evidencia un uso deliberado y sistemático de las redes sociales para atraer a jóvenes vulnerables, esto refleja una adaptación rápida de las tácticas de reclutamiento, que ahora se enfocan en explotar las tendencias digitales y la conectividad global para difundir su propaganda y atraer a jóvenes que buscan pertenencia y oportunidades en un entorno de exclusión. La revisión de perfiles y publicaciones muestra la sofisticación de estas estrategias, donde se emplean hashtags, vídeos musicales y elementos de la “narcocultura” para crear un relato atractivo de poder y estatus. 

Finalmente, el fenómeno del reclutamiento infantil a través de las redes sociales en Colombia subraya la necesidad urgente de desarrollar estrategias multidimensionales que combinen la regulación, la prevención y la inclusión social para proteger a los menores y contrarrestar la influencia de los grupos armados. Sin embargo, uno de los mayores desafíos actuales es concientizar a los menores y a sus familias para que comprendan estos hechos como un delito, ya que a menudo consideran que acceder voluntariamente a los grupos armados a temprana edad es una transgresión legal que ellos como menores cometen, lo cual impide que se denuncie, generando así un subregistro significativo del problema. Esta voluntariedad, influenciada por una estrategia de marketing criminal, dificulta enormemente la identificación y protección de las víctimas, y resalta la necesidad de campañas de concienciación que informen a las comunidades sobre los riesgos y consecuencias del reclutamiento infantil, así como la importancia de denunciar estos hechos ante las entidades encargadas.